Las viviendas en Holanda se construyen desde hace décadas como si se tratara del clásico juego de mesa llamado Camino de la Vida. En la casilla de salida, digamos cuando un hijo se independiza, le espera una “studentenwoning” (vivienda para estudiantes). Después de ir sorteando con mayor o menor éxito los vericuetos del tablero de juego podrá ir pasando a otras tipologías que se corresponden a otros estadios de la vida. Pasará por una “Starterswoning” (vivienda para primeros compradores) y si forma una familia le corresponderá una “casa adosada” o una “vivienda en hilera” que podrá ser una “vivienda de alquiler social”, de “alquiler libre” o “de compra”. Y si tiene un exitoso recorrido con buena cosecha, seguro que le espera una casa tipo “dos bajo un techo” o una “villa” rodeada de jardín y árboles. Sea cual sea el camino que recorra, al final de este necesitará una “vivienda sin escalones” (nultredewoning), de una u otra tipología.
Que toda la vivienda en Holanda esté clasificada de esta manera es una característica particular de este país y sirve para varios objetivos. Por un lado, para que los inversores obtengan datos muy útiles con los que poder negociar con los ayuntamientos ante la construcción de un nuevo barrio, definiendo cantidades y tipos de vivienda entre lo que el mercado pide, lo que el Gobierno desea o ve nesesario para la ciudad y lo que dé mayor rentabilidad al negocio inmobiliario. Por otro, al gobierno le facilita mucho las cosas, porque le permite determinar cómo se compone la ciudad y a qué grupo de ciudadanos se está atendiendo con cada nuevo proyecto. Y a los ciudadanos les sirve a su vez como indicador de movilidad social. A través de esta composición urbana por tipos de viviendas, dispuestos sobre el terreno a modo de tablero de juego, es como se va haciendo ciudad en Holanda desde hace más o menos cien años. Pero algo se ha roto desde hace unas décadas: las fichas ya no encajan siempre en las casillas.
Huisje, boompje, beestje
El sistema de los tipos de viviendas en Holanda se fue modelando durante el siglo pasado a medida de una sociedad que se identificaba con el dicho popular “Huisje, boompje, beestje” (Casa, arbolito y mascota). Estas tipologías respondían entonces a ese modelo de sociedad y a las distintas estapas de la vida de sus individuos. Hoy nos parece un modelo demasiado esquematizado, donde el recorrido de la vida de todos estaba predibujado. En pocos años el mundo cambió y nuestras vidas actuales ya no responden a esos estructurados patrones de hace unas décadas atrás.
Veamos algunos datos globales. Holanda tiene una población de unos 17 millones de habitantes y unas 7,9 millones de viviendas a las que cada año se van sumando las nuevas construidas. El último año se añadieron unas 76 mil nuevas unidades que se diferencian según los tipos constructivos habituales.
Las viviendas mas populares y queridas desde siempre en Holanda son las casas adosadas o en hilera (rijtjeswoningen). Más de un 40% de la población vive en este tipo de casas unifamiliares, de dos plantas o tres, con jardín. En contraposición, la cantidad de apartamentos es muy pequeña y solo un 13% vive en ellos, a diferencia de países como España donde más del 60% de la población vive en este tipo de viviendas. Las otras tipologías más habituales en Holanda son la “2-bajo1-techo” (2-onder-1-kap) o la “villa” (vrijstaandewoning) que son variantes más lujosas de viviendas unifamiliares. Ambas se dividen alrededor del 40% restante, lo que resulta en que un 80% de la población holandesa vive en casas unifamiliares.
Cambian los jugadores, el tablero es el mismo
En las últimas décadas se han dado cambios muy rápidos en nuestras sociedades y esto ha terminado impactando en la vivienda y en la ciudad. Cada vez hay más gente que vive sola, el 40% en Holanda, lo que provoca tener que construir un mayor número de viviendas que cuando la base de la sociedad era la de una familia de cuatro o cinco personas. A esta realidad se le suma que cada vez se constituyen menos familias, hay más divorcios y surgen nuevas conformaciones familiares que se ven obligadas a acomodar sus vidas en las viviendas que fueron pensadas en otro contexto social totalmente distinto. La crisis actual de la vivienda no está ajena a todo esto y vemos como se van acumulando los problemas para los que nuestra sociedad no tiene más que soluciones aisladas, soluciones “a medias”, soluciones incapaces de cambiar nada . Así aparecieron las “micro viviendas” o «tiny houses», que reducen cualquier tipología de la vivienda a la existencia mínima. Se comienzan a promocionar las “Flex-woningen” (viviendas temporales) para dar techo a quien por problemas personales y por la crisis habitacional no puede dar rápidamente con una solución adecuada. Y mientras, los salarios se deterioran, las posibilidades de acceder a una hipoteca son cada vez más lejanas y los fondos de inversión internacionales encuentran en la crisis un rentable negocio, comprando viviendas masivamente en las grandes ciudades y construyendo nuevas para alquilarlas.
El acceso a la vivienda ha vuelto a ser un enorme problema para Holanda. Las tipologías de viviendas y las formas de hacer ciudad de hace unas décadas atrás, pensadas para una sociedad estable donde la mayoría de los individuos recorrían un camino claramente trazado y conocido, que daba estabilidad y seguridad a todo el sistema, está cambiando con tanta velocidad que ya no da tiempo para la reflexión. Vivimos un cambio de época y necesitamos nuevas reglas para este Juego de la Vida del siglo XXI. Debe ser un juego que ya no sea lineal y esquematizado, como el de los años ’60, sino más bien uno como inspirado en aquellos libros de “Elige tu propia Aventura”, donde los caminos individuales podían desviarse y las posibilidades se multiplicaban. Debe ser un juego donde, también, las libertades individuales puedan ceder lugar a lo colectivo. Hay algo que en algún momento se rompió y que deberíamos volver a construir: la idea de comunidad. Al fin y al cabo, ningún ser humano es una isla.