Hace algunos años Holanda empezó a preguntarse dónde podría seguir construyendo viviendas, ya que las necesita en cientos de miles y con urgencia. En este pequeño y poblado país los espacios libres escasean y los grandes pulmones verdes, como el Groene Hart se han visto críticamente reducidos y amenazados en las últimas décadas. Esto llevó al país, a principios de este siglo, a densificar las ciudades para preservar los imprescindibles espacios naturales, pero el crecimiento en altura y la consecuente metropolización es todavía un límite cultural para gran parte de los holandeses. Solo en las grandes ciudades las torres rompieron el típico homogéneo horizonte arquitectónico. ¿Dónde más se puede construir en Holanda? Seguramente ya lo habrás adivinado: sobre el agua.
Holanda tiene una más que comprobada tradición de convivir con el agua, a tal punto que todo el país es en sí mismo un enorme sistema muy bien calibrado para mantener a raya el peligro omnipresente que significa el agua para su territorio. Pareciera, sin embargo, una gran contradicción que un país con más de la mitad de su territorio bajo el nivel del mar y una milenaria experiencia en la ingeniería hidráulica haya dado con esta respuesta urbanística hace tan poco tiempo. Y no es que nos olvidemos de las famosas “casas barco”: estas han sido más bien una excentricidad que nunca fue tomada en cuenta para resolver la cuestión habitacional del país. Podríamos afirmar entonces que durante siglos, los mundos de la ingeniería hidráulica y de la construcción de viviendas han recorrido en Holanda caminos separados, si bien acompañándose. El primero se ha dedicado a asegurar un terreno firme y seco sobre el que el segundo pudo desarrollar y hacer ciudad, proveyendo a los ciudadanos de un hábitat seguro. Pero hoy las cosas están cambiando y los caminos de estos gigantes han empezado a cruzarse y ya no hay duda de que en los próximos años veremos a las ciudades holandesas meter, finalmente, sus pies en el agua.
Vivir sobre el agua
Vivir en viviendas flotantes acarrea consigo unas consecuencias que no todos están dispuestos a aceptar. La idea romántica de vivir en una casa flotante se desvanece para muchos cuando aparecen problemas cotidianos como la imposibilidad de aparcar en la puerta, que nuestros hijos no puedan jugar en “la calle” y que en muchos casos, sea necesario cargar con todo, hasta la compra diaria, a lo largo de un embarcadero. Además, las viviendas flotantes que ya existen, como las “casas barco”, nunca fueron consideradas bienes inmobiliarios, ya que flotan y “se mueven”. Esta es una condición casi natural en las construcciones flotantes que provoca complicaciones legales al entrar en contradicción con la definición de “bien inmueble”. El acceso a una hipoteca o la obtención de seguros adecuados son algunos de estos inconvenientes, a los que suman los protocolos de seguridad de las empresas energéticas así como las que el código de construcción exige para la seguridad contra incendios, por ejemplo. Todas estas normativas se han diseñado pensando en viviendas construidas sobre suelo firme.
Primeros pasos
En los primeros años de este siglo el ayuntamiento de Ámsterdam se dispuso a probar la viabilidad de construir viviendas sobre el agua. En la nueva urbanización de Ijburg, en el sector denominado Waterbuurt (barrio de agua), se destinó un sector a la venta privada de parcelas de agua para la construcción de viviendas unifamiliares. También aquí, otro proyecto, más interesante desde el punto de vista urbanístico y arquitectónico por tratarse de vivienda colectiva, fue elaborado por la oficina de la arquitecta holandesa Marlies Rohmer entre el año 2002 y el 2011. Ubicado a 15 minutos del centro de Ámsterdam, Waterbuurt-West es el barrio flotante más grande de Europa. Tiene un carácter netamente urbano y una densidad de 100 viviendas por hectárea, la misma que puede encontrarse en el centro histórico de la capital. En este proyecto se experimenta con distintas tipologías y soluciones: viviendas “dique”, viviendas sobre pilotes y viviendas flotantes. Todas ellas interconectadas por medio de muelles.
Como era de esperar, el proyecto tuvo que hacer frente a los mismos inconvenientes que mencionábamos antes y de las 158 viviendas, solo 55 son flotantes. También hubo que incorporar un edificio muralla sobre tierra firme con más viviendas, y que en la planta baja aloja los aparcamientos, ya que estaba fuera de cualquier consideración realizar un aparcamiento flotante. Y dejarlo a cielo abierto, frente al complejo hubiera destrozado la calidad espacial del conjunto. La solución constructiva al problema legal para conseguir que las viviendas flotantes fueran consideradas “inmuebles” fue anclarlas al fondo mediante postes de amarre. Una construcción de corredera permite a las casas flotar libremente y moverse junto al nivel del agua. Las viviendas flotantes fueron construidas en un armadero de la ciudad de Urk y transportadas por agua hasta su posición final.
Otro desafío fue cómo lograr que la presencia del agua siguiera caracterizando la urbanización a pesar de su alta densidad, para lo cual las viviendas se separaron un metro de los muelles a los que se conectan a través de pasarelas sobre el agua. La casas se intercalan de tal forma que todas tienen vistas al agua. Y todo el conjunto urbanístico es de acceso público, con el fin de que el barrio se integre a la ciudad.
Vida de barrio
Como cualquier barrio, también hay conflictos entre los vecinos. Una pareja emprendió su batalla para que no se permita aparcar las bakfiets (bicicletas de carga) en las estrechas calles flotantes del conjunto, y las familias exigieron más plataformas flotantes para que los niños puedan jugar. Algunas casas parecen que están a punto de hundirse y flotan inclinadas: “pensamos el sistema para una distribución interior determinada, de un lado el piano y del otro el sofá. Si el propietario quería poner todo al mismo lado solo debía pedírnoslo y nosotros podíamos recalcular los contrapesos del sistema de flotación que los buzos pueden ajustar en cualquier momento bajo el agua. Pero parece que ha ganado la vagancia”, comentan desde el estudio de arquitectura. Otro problema ha sido la elección del color blanco en las fachadas y muros de las viviendas. Las algas y telas de arañas se adhieren con rapidez y puede verse claramente los propietarios que lo mantienen bien y los que no. Esto conduce a otra conclusión acerca de las casas flotantes: que requieren un mayor mantenimiento, más similar al de un barco que al de una vivienda tradicional. Y para llevarlo a cabo es necesario tener un bote.
Sin embargo, y más allá de los contratiempos, el barrio respira un ambiente muy particular, como de vacaciones. Y mientras la arquitectura es extremadamente austera, más similar a la un contenedor de puerto, desprovista de decoraciones o de la simbología tradicional de una vivienda, la apropiación de los espacios por parte de los propietarios, con enanitos de jardín, armarios de Gamma y cortinas de colores, le otorgan un carácter muy particular al barrio.
Por el momento son muy pocas las viviendas que se construyen sobre el agua. Algunas empresas empiezan a atreverse en la nueva aventura aunque con bastante timidez. Todavía se ven proyectos pequeños, un tanto exclusivos, o de viviendas para vacaciones, casi todos ellos fuera de las ciudades. Pero sabemos que este es un país que cuando adopta una novedad con potencial, seguramente sabrá ir articulando muy rápidamente las soluciones técnicas y reglamentarias necesarias que faciliten la aparición de este tipo de viviendas en cada ciudad holandesa. Parece que ya no hay duda: las ciudades en Holanda se han atrevido a mojar sus pies en el agua.