Hay mucho de Holanda en el diseño holandés. Suena obvio pero lo cierto es que uno podría seguir los pasos de un típico ciudadano holandés sólo con ojear un catálogo de su bien vendido Dutch Design. Podríamos conocer su afición al aperitivo de vino y queso, o su tendencia a confiar en la iluminación para hacer acogedor su salón; los niños sabrían lo que es jugar con un simple juguete de madera, como el Kapla, a ser posible de segunda mano; y por algún rincón de la casa se escondería una silla de la abuela, de aquellas que se produjeron en los sesenta, en una de las fábricas holandesas que empezaron a exportar el diseño en serie con sello NL. En Gaceta Holandesa desgranamos algunos rasgos de la cultura holandesa a través de objetos que sorprenden y que pueden convertirse en regalos perfectos para estas navidades. Algunos excéntricos, otros icónicos, sostenibles y prácticos, pero todos originales. Y a partir de ocho euros y medio.
Pura artesanía reinventada
En el país de Philips y las grandes firmas del diseño, todavía hay sitio para iniciativas a pequeña escala que buscan una vuelta a los orígenes y cuentan una historia que va más allá del producto que venden. Es el caso de la firma The Knitwit Stable, una fábrica de ropa y accesorios de lana producidos de principio a fin en una granja holandesa donde las auténticas protagonistas son 12 ovejas Merino y 13 cabras de Angora. Junto con lana procedente de ovejas de Texel proporcionada por proveedores locales, se tejen jerséis, chaquetas, gorros y mantas por encargo, de una suavidad incomparable y sin kilómetros de por medio entre un proceso y el siguiente. Sus precios se alejan de los habituales de marcas low-cost, pero la calidad está pensada para durar toda la vida (gorro: 80 euros). Al adquirir uno de sus jerséis, se está apostando, además, por otra manera de producir moda, menos agresiva con los animales y el entorno y más duradera que la actual.
Mientras la actividad económica ha estado protagonizada por agricultores y comerciantes desde que Holanda se fundó, en un buen número de ciudades, la cerámica también ha tenido su hueco en este desarrollo, como todavía abandera hoy la ciudad de Delft y algunas casas centenarias como Tichelaar, en el norte del país. En su interpretación más moderna, diseñadores vanguardistas formados en Eindhoven se ponen con el torno para ofrecer productos únicos, juegos de tazas como estas de Vij5 con las que Alissa y Nienke han querido explorar el movimiento de los pigmentos en la porcelana líquida (seis unidades 138 euros). Y para presupuestos más ajustados, la idea de Tiny Miracles combina sostenibilidad, comercio justo, tradición y diseño. Se trata de un jarrón de papel desmontable dentro del cual se esconde una simple botella de agua que puede usarse como florero. La idea es del diseñador holandés Pepe Heykoop para esta marca creada por una joven holandesa llamada Laurien Meuter quien dejó su trabajo en el banco ABN Amro para trabajar con mujeres en la India. Ellas fabrican estas estructuras de papel, de diseños muy originales y con cuyas ventas mantienen a una comunidad de 700 personas (a partir de 12,50 euros).
Homenaje a los grandes del diseño
Fundada en 1912, la fábrica Pastoe en Utrecht pronto se convirtió en un icono del diseño industrial holandés. Especializada en sillas y muebles de almacenaje, la firma se dio a conocer a partir de mediados de los años cincuenta cuando creó una estantería que el cliente podía montar en casa y ampliar y modificar a su gusto. La fabricación del mueble en serie, al más puro estilo Ikea, había aterrizado en Holanda. Hoy en día, Pastoe sigue diseñando muebles, pero ahora sus precios son menos asequibles. Para los que no puedan resistirse, la firma sigue produciendo sus conocidas sillas y butacas como la FM03 (775 euros) en varios colores, y como detalle para regalar, en su web se venden los pósters de la exposición que tuvo lugar en 2013 en el Kunsthal de Róterdam, con motivo de su centenario (20 euros).
Una buena concentración de diseñadores archiconocidos pueden encontrarse en la web de Droog, una plataforma o empresa, o movimiento, que desde hace más de dos décadas acerca al público las tendencias y los nuevos conceptos del diseño holandés. Entre sus integrantes se encuentra el escultor y joyero Gijs Bakker, de la hornada de talentos de los sesenta, que, casi en tono de burla hacia el concepto del lujo, diseñó para Droog un estropajo de cocina cuyas bolas de colores pueden cambiarse a gusto del consumidor (8,50 euros). Con este mismo espíritu irreverente y jovial otro conocido diseñador, Tejo Remy, muestra su lámpara en forma de clásica botella de leche, un buen guiño a las raíces de la sociedad neerlandesa (125 euros). Para los dudosos, siempre es buena idea darse una vuelta por el café con jardín “de cuento de hadas” y museo que Droog tiene en el centro de Ámsterdam (Staalstraat, 7-A).
Adictos al papel
Un libro electrónico puede proporcionar la misma satisfacción en la lectura que uno de papel, pero cuando se trata de una edición ilustrada o de un ejemplar pensado no sólo para leerse, sino también para tocarse y olerse, nada puede compararse al libro de toda la vida. Así lo defiende Irma Boom, una de las diseñadoras de libros más conocidas a nivel internacional. Se diría que llevaba el destino impreso en su nombre (Boom significa árbol en neerlandés), y es que esta artista se ha ganado un lugar entre los grandes tras décadas creando libros que son auténticas piezas de museo. Entre ellos se encuentra el que publicó el año pasado con Taschen, sello inconfundible de los libros de gran formato. Titulado Elements of Architecture, lo firma el arquitecto holandés más reconocido, Rem Koolhaas, y sus más de 2.500 páginas son un homenaje a las escaleras, puertas, ventanas, suelos, cuartos de baño y otros espacios de los que todos tenemos alguna referencia. Sin duda, se trata de una estupenda elección para regalar a personas amantes del arte y el diseño, elaborado por dos nombres imprescindibles del panorama artístico holandés.
Si nos centramos en los personajes protagonistas de este año, debemos retroceder en el tiempo y pedirle permiso al gran Rembrandt para colarle en esta lista, en la que el diseño y el arte se dan la mano. A punto de cerrar el año que Holanda ha dedicado a conmemorar el 350 aniversario de su muerte, merece la pena hacerse con el libro De Jonge Rombrandt (El Joven Rembrandt). Recién publicado, y también disponible en inglés, en él, el biógrafo Onno Blom narra los inicios como pintor del gran maestro en la ciudad natal de ambos, Leiden, relatando con gran destreza las visicitudes por las que pasó Rembrandt, hijo de un molinero, hasta convertirse en uno de los mejores pintores de todos los tiempos
Del Mar del Norte, quesos y bicis
La lluvia horizontal y el viento helador del invierno hace que los holandeses tengan que ingeniárselas para sobrellevar las inclemencias del tiempo sin renunciar a sus costumbres más arraigadas, como montar en bici. Tras el éxito del paraguas anti-tormenta Senz diseñado por un grupo de estudiantes de la universidad Politécnica de Delft (TU Delft), que también puede llevarse acoplado al manillar de la bici, otra idea práctica y sencilla surgió hace unos años para combatir el frío en las manos: Wobs (Warm on Bikes), unas curiosas manoplas bien forradas e impermeables que se ajustan a ambos extremos del manillar (39, 95 eur). Y si la bici es uno de los símbolos más representativos de la cultura holandesa, no lo es menos el queso, a ser posible de granja (boerenkaas). Siempre mejor curado que demasiado joven, sus variantes dependen principalmente del tiempo de maduración y de si su leche es de vaca o de cabra. Todos ellos pueden disfrutarse todavía más sobre una tabla de quesos de diseño, como esta del joven creador Jorrit Taekema (34 euros), elaborada con materiales naturales como el mármol y el corcho. Y para abrir el apetito, nada mejor que darse un largo paseo por la playa en invierno, otra de las costumbres típicas de los holandeses. Entre ellas, la playa de La Haya, Scheveningen, ofrece un paseo animado entre varios de sus históricos iconos, como el Pier y el centenario hotel Kurhaus. Los nostálgicos pueden hacerse con uno de los pósters modernistas que recrean la época dorada de principios del siglo XX y que pueden imprimirse por encargo.
Sólo para niños, pequeños y grandes
Si jugar significa explorar, atreverse a cuestionar los límites establecidos y reírse, entonces los diseñadores de Snurk Amsterdam se lo pasan francamente bien mientras trabajan. Sus fundas de edredón y almohada son el sueño de muchos niños porque, ¿quién no ha imaginado alguna vez que era un superhéroe, un astronauta, un dinosaurio o un hada? Sin temor a caer en los estereotipos de género que hoy pueden rechinar a más de uno, Peggy van Neer y Erik van Loo diseñan pijamas y ropa de cama temáticos con algodón orgánico de Portugal (a partir de 59,95 euros), a través de un proceso cien por cien sostenible que. dicen, les permite dormir tranquilos por las noches. Que entre sus sábanas de pelícanos, fondo de piscina o cohetes se acurruque un niño o una niña, un adulto o una adulta…en eso ellos no se meten.
En esta misma línea de apostar por el proceso manual para elaborar un producto a través del cual mirar a nuestro alrededor con otras gafas, diseñan los arquitectos de SuJu sus juguetes WatCat. Realizados a mano a partir de restos de madera, estos juguetes recrean momentos de la vida cotidiana con figuras sencillas y fácilmente reconocibles, desde un autobús con pasajeros intercambiables (37 euros) a una madre embarazada cuyo bebé asoma por un lado (38 euros). Todos ellos se realizan por encargo y pueden adquirirse a través de su web de Etsy. Finalmente, no podemos cerrar este apartado dedicado a juguetes holandeses sin hacer mención a una de las firmas que más ha crecido en los últimos años, Kikkerland. Fundada en los años ochenta por Jan van Der Lande en Nueva York, surgió como una manera de vender los diseños de sus amigos a un público norteamericano, objetos curiosos y originales que el propio Van Der Lande entregaba a domicilio en su bici. Hoy en día, la marca que rinde homenaje a Holanda, comúnmente llamada el país de las ranas (Kikkerland en neerlandés) vende sus bichos robotizados de largas patas y todo tipo de gadgets y objetos irreverentes en museos y tiendas de todo el mundo, además de a través de su página web.