Marjan Minnesma se considera una emprendedora medioambiental: pragmática, optimista y muy preparada – cuenta con tres licenciaturas en Administración y Dirección de Empresas, Filosofía y Ética, y Derecho -, su lucha para lograr una sociedad libre de emisiones de CO2 ha traspasado fronteras. La fundación que creó hace una década, Urgenda, ha sido la primera en todo el mundo en lograr exigir a un Gobierno, por la vía legal, que reduzca en un 25 por ciento las emisiones antes de final de año. Un objetivo ambicioso pero posible, tal y como nos lo demuestra a través de las 54 medidas que han preparado conjuntamente con otras 700 organizaciones. Ella representa el paradigma del profesional neerlandés amante del doen, que siempre mira hacia delante. Pragmatismo al servicio del desarrollo sostenible.
En primer lugar enhorabuena por vencer en el juicio para exigir al Gobierno holandés que reduzca las emisiones de CO2 en un 25 % este año. La sentencia del Tribunal Supremo no pudo ser más favorable.
Sí, fue el mejor día de los últimos diez años. Lo hemos celebrado pero también hemos estado ocupados con lo siguiente, porque el objetivo es muy ambicioso y queremos ayudar al Gobierno a conseguirlo. Según las últimas cifras oficiales, entre finales de 2018 y finales de 2020, el país tendrá que emitir 23 megatoneladas menos de CO2. Si tenemos en cuenta que la última vez que pasó esto se tardó veinte años…si ahora lo consiguen en dos años será todo un logro. Aunque debo decir que tenían que haberse puesto manos a la obra desde el momento en que ganamos por primera vez en 2015, cuando el Tribunal dictaminó lo que en neerlandés se llama «sentencia provisionalmente ejecutable». Ya entonces el Gobierno sabía que podía perder la apelación en el Tribunal Supremo y que, en cualquier caso, la fecha límite de finales de este año se mantendría invariable. Un Gobierno responsable habría empezado inmediatamente, ante la posibilidad de perder el juicio. Pero el nuestro no lo hizo. Cuando ganamos la primera vez pensaron que el Tribunal se había equivocado; en 2018 ganamos la segunda apelación y ya comenzaron a dudar y a pensar que quizás podían perder, pero albergaban la esperanza de que el Tribunal Supremo les diera la razón. En septiembre del año pasado el Fiscal General del Estado dirigió su recomendación al Tribunal Supremo, algo que suele respetarse en el 80 por ciento de los casos. Esta era favorable para nosotros, así que tras conocerla hablé con el ministro de Economía y Clima Erik Wiebes quien me confirmó que estaba al corriente. Y a pesar de eso siguieron sin hacer nada. Viniendo del mundo empresarial me sorprende la actitud de los políticos en este sentido. Un empresario se adelantaría a los acontecimientos y en cambio los políticos esperan y esperan hasta el último momento.
¿Qué pasará si el Gobierno no logra reducir las emisiones, si incumple la sentencia?
En un Estado de Derecho como el nuestro, el Gobierno siempre hará lo que los jueces estipulen. Eso es lo que se espera de él. En casos en los cuales una parte no cumple con lo establecido en la sentencia, se establece una multa que deberá pagar hasta que cumpla. Pero con el Gobierno no ocurre así por lo que he dicho, porque se entiende que un poder no vulnerará al otro. Además los Países Bajos siempre se ha vendido al exterior como una nación profundamente defensora de la Justicia y del Estado de Derecho, con una capital, La Haya, que es también sede de muchos organismos internacionales garantes de la Paz y la Justicia. En un país como este sería impensable que el Gobierno desoyera la sentencia del Tribunal Supremo. Lo van a hacer, pero el cómo es difícil de determinar porque esto no es algo tan concreto como las emisiones de dióxido de nitrógeno, por ejemplo, cuyas medidas para atajar las emisiones son más claras. Por este motivo, nos hemos puesto en marcha y junto con otras 700 organizaciones, hemos elaborado un paquete de 54 medidas precisas que el Gobierno puede implementar ya y con las que se lograría emitir 17 megatoneladas menos, suficiente para llegar al 25 por ciento de reducción a finales de año (porque se suman a las que ya están en marcha y con las que se reducirían las toneladas restantes). El viernes pasado estuve en una reunión con cinco ministerios y les presenté el paquete, ofreciéndoles distintas alternativas que costarán entre 100 y 130 euros por tonelada de CO2 que dejen de emitir. Si quieren el plan más barato, bastará con cerrar las tres centrales eléctricas de carbón del país, abiertas en 2015 y 2016. Son muy nuevas y no es algo que un Gobierno suela hacer, pero les he mostrado que en realidad no tienen nada que perder porque las pérdidas por cerrarlas ascenderían a 2.000 millones de euros, sólo un poco más que los 1.900 millones de euros de subsidio que el Gobierno ha acordado dar a estas centrales hasta 2027. Por lo tanto el Gobierno podría «comprar» las centrales, pagándoles el monto de subsidio por adelantado, y después cerrarlas. Y para terminar, varias de las medidas que proponemos también servirían para reducir las emisiones de dióxido de nitrógeno: se las hemos presentado al ministerio de Agricultura diciéndole «te llevas dos por uno». Implementando las medidas que proponemos lograrían reducirlas en un 5 por ciento este año, algo que no está nada mal si se tiene en cuenta que hablan de reducir hasta un 50 por ciento en diez años.
Vídeo del momento en el que el jurado del Tribunal neerlandés pronuncia el veredicto en el caso de Urgenda contra el Gobierno. Posteriormente el Gobierno apeló.
Si todo el mundo sale ganando, si el Gobierno no pierde tanto como parece con estas medidas, la misma pregunta vuelve una y otra vez, ¿por qué no se ponen en marcha ya?
La política se basa en tomar decisiones según sus prioridades. Sencillamente la transición energética no es algo que se considere suficientemente urgente, y no se ve como un tema sexy y atractivo para la opinión pública. En los últimos años han transmitido el mensaje de que pasar del gas a la electricidad para calentar nuestras casas es algo difícil y costoso. Han estado contando la historia equivocada. La que nosotros queremos transmitir es muy distinta: a la gente le decimos que tiene entre 10 y 15 años para hacerlo, y que cuando su instalación de gas no funcione o sea muy vieja, en lugar de cambiarla por otra igual es el momento idóneo para hacer esta transición a la energía eléctrica. Si lo que contamos es una historia a largo plazo, asegurando que el cambio no les va a salir más caro y que puede cambiar su vida para bien, a la gente le gusta y sigue adelante. Sabemos que de media, una vivienda unifamiliar en Holanda gasta 35.000 euros en energía durante quince años. Por ese mismo dinero, de una sola vez, nosotros ofrecemos la posibilidad de convertir su casa en una vivienda de energía cero, con energía solar y otras opciones.
Ustedes son una fundación y además tienen una empresa para reformar viviendas y lograr que tengan un consumo cero de energía. Explíquenos esto.
Empezamos en 2010, como la primera iniciativa europea de este tipo, importando 55.000 paneles solares de China. Después han ido surgiendo muchas otras empresas. La nuestra tiene una función social y esta es la de lograr que cada vez haya más viviendas en los Países Bajos usando energía libre de emisiones. Mucha gente cree que para tener una casa así hay que hacer una gran obra y aislarla completamente antes de instalar los paneles solares. Nosotros aconsejamos lo contrario: primero es mejor instalar los paneles solares, y cuando los dueños van viendo como su consumo de energía digamos “tradicional” va bajando, suelen animarse y ponerse el reto de bajarla más y más hasta que sea cero. Es una aproximación en positivo, más constructiva, suele funcionar mejor.
Desde que Urgenda empezó hace una década, ¿cómo podría explicar el cambio que ha experimentado la sociedad en la concienciación respecto del cambio climático?
Muchas cosas han cambiado sobre todo después de la cumbre del clima de París hace cinco años. Me atrevería a decir que actualmente el 80 por ciento de la población está preocupada por el cambio climático. También porque se empiezan a notar anomalías climáticas: los canales ya no se hielan, los incendios en Australia…la gente se pregunta qué está pasando pero no saben muy bien qué hacer al respecto. A lo largo del año suelo dar charlas en las que propongo todo tipo de acciones y a menudo recibo respuestas positivas de personas que agradecen tener esta información. Pero si bien el mundo está más concienciado, el reto de dejar de emitir CO2 en 2030 es tan ambicioso que necesitamos líderes muy distintos, diligentes y con determinación: un cruce entre Kennedy, quien dijo que el hombre iría a la Luna y lo logró 8 años después; y Roosevelt, quien después de la Segunda Guerra Mundial se propuso acelerar la construcción aeronáutica y lo hizo. Necesitamos líderes, a ser posible mujeres, que sean capaces de decirle al mundo “tenemos un grave problema pero podemos solucionarlo”.
¿Tiene a algún líder en mente capaz de asumir este reto?
No, no me viene ninguno a la cabeza, pero tenemos que ir preparando todo para que cuando aparezca, la máquina se ponga en marcha. Urgenda lleva tiempo adelantado soluciones que poco a poco las grandes industrias han ido aceptando y empezando a implementar. A todas ellas les he preguntado si sería viable reducir sus emisiones a cero y, para mí sorpresa, no ha habido ni una que me haya dicho que no. Todas han asegurado que sería posible en diez o quince años si fuera necesario. Por ejemplo, para la producción de metal podría usarse hidrógeno en lugar de carbón y los deshechos de la industria química podrían utilizarse también para el acero. Hay soluciones, pero implementarlas supone realizar una inversión inicial que repercutirá en el precio de la materia prima. Si, como nos han dicho los representantes de estas compañías, el encarecimiento podría ser del 10 por ciento, un Gobierno comprometido decidiría imponer un impuesto a la producción no sostenible del acero para equilibrar los precios. Desde el mundo empresarial, la voluntad de cambio está ahí, pero el temor a dejar de ser competitivo es mayor. Por eso es fundamental que reciban asistencia y ayuda estatal para realizar esta transición. Porque nada de esto puede hacerse sin el liderazgo de los Gobiernos, por eso decidimos ir a los Tribunales. Porque se puede dar ejemplo, apoyar desde distintos frentes a las iniciativas que buscan reducir las emisiones, pero no será suficiente.
¿Cree que la manera en la que Urgenda ha decidido presionar al Estado es más efectiva que otras como salir a la calle?
Si salieran a la calle un millón de personas todas las semanas, la presión sería muy fuerte y el Gobierno se vería obligado a actuar, sin duda. Nosotros fuimos los que organizamos la primera marcha por el clima en Holanda en 2012. Y apoyamos a los jóvenes liderados por Greta Thungberg. Pero nos parecía que el Gobierno seguía sin reaccionar así que decidimos intentar implicarles por la vía del litigio.
Otros países como Bélgica o Estados Unidos han seguido su ejemplo, ¿es optimista acerca del fallo de sus respectivos Tribunales?
Se tarda mucho tiempo en obtener resultados. En Bélgica por ejemplo, se han pasado tres años decidiendo si el texto sería en dos idiomas o sólo en neerlandés. Nosotros empezamos en 2012 y han pasado ocho años hasta el veredicto. Por la vía legal se tarda tanto que si sólo nos quedan diez años antes de la fecha en la que es necesario reaccionar, la decisión del Tribunal llegará demasiado tarde para estos países. Pero hay que seguir intentándolo. Seguramente en estos años ocurran más catástrofes naturales que tengan un fuerte impacto social, y esto puede lograr acelerar los procesos.
Usted dice, «mientras podamos salvar el clima, sigo adelante» ¿Ve cerca su jubilación?
Ya estamos perdiendo mucho, nuestra biodiversidad, las especies que no pueden adaptarse a los cambios por el calentamiento global… Todo eso ya está pasando en el mundo entero. Y se perderá mucho más antes de que logremos el objetivo marcado, pero todavía podemos hacer que no sea demasiado si reducimos el enorme ratio de emisiones de CO2 actuales. Sigue siendo posible así que yo sigo adelante, sin fecha de retirada.
¿Por qué se sigue viendo al cambio climático como un asunto de las agendas políticas de izquierda?
Desde Urgenda hicimos una gran campaña en torno a esto, grabando vídeos con CEOs de grandes compañías y personalidades de izquierda y derecha que mostraban su compromiso medioambiental. Transmitimos el mensaje de que el futuro y la protección de la naturaleza no es algo que tenga color político. A todo el mundo le gusta pasear por el campo y todos sentimos la conexión con la naturaleza. Cualquiera se entristece ante el dato de que en 2050 perderemos toda la barrera de coral en Australia si seguimos así. Desde 2015 tenía la impresión de que en la política holandesa este estereotipo había desaparecido. Y luego Thierry Baudet apareció. Lo que más me disgusta de él es esto, que ha vuelto a hacer del cambio climático un asunto político.
¿Qué opina del liderazgo climático que persigue el Gobierno holandés en la UE?
Mark Rutte quiere ser el líder europeo en esto, y así se muestra fuera, pero dentro, en los Países Bajos, podría jugar un papel mucho más importante. Aquí le parece que el mayor problema que tenemos es tener que conducir a 100 kilómetros por hora, tal y como lo presentó hace unos meses. Creo que el hecho de que no tenga hijos hace que viva el problema de otra manera, los que tienen familia sienten diferente la responsabilidad con las generaciones futuras. Y quizás esto explique también porque hay más mujeres implicadas que hombres. Además, cuando una mujer está al frente del Gobierno se ponen en marcha más medidas más rápidamente, como vemos en Nueva Zelanda, Noruega, Finlandia o Dinamarca. Por supuesto que esto es una media, hay ejemplos mejores y peores, pero en general pasa así.
Desde el mundo empresarial, la voluntad de cambio está ahí, pero el temor a dejar de ser competitivo es mayor. Por eso es fundamental que reciban asistencia y ayuda estatal para realizar esta transición.
Y de la implicación del sector empresarial, ¿qué opinión tiene?
No tengo intención de culpar a nadie, sólo culparía a un par de personas como mucho… mi intención es la de ayudar a la gente a dar el salto, porque se requiere mucho coraje para decidir cambiar un modelo de negocio y tomar decisiones estratégicas radicales. Algunas compañías energéticas lo están haciendo en este momento, vendiendo sus centrales de carbón y pasando a fuentes cien por cien sostenibles. Suelen cambiar de nombre también como una forma de comenzar de nuevo. Sólo las compañías petroquímicas lo tienen más complicado, porque su negocio se centra en la extracción de gas y petróleo, e incluso si lograran girar totalmente a las renovables, serían un jugador más pero perderían el enorme liderazgo que tienen ahora. El futuro de Shell en este sentido es o bien desaparecer o bien reducir mucho su negocio, y por tanto su poder. Estas son las únicas para las que no doy charlas, para todas las demás, considero que es más positivo centrarse en lo que ya están haciendo bien que señalarles por lo que hacen o han hecho mal.
¿Por qué no consideran la energía nuclear como una buena alternativa?
Lo que suelo decir es que si un país tiene ya centrales de energía nuclear, más o menos seguras, como Francia, que las mantenga y entre tanto se deshaga de las de carbón, gas y otros combustibles fósiles. Alemania lo hizo al revés, por otros motivos justificables, pero desde el punto de vista de las emisiones de CO2 no fue la decisión acertada, aunque actualmente lo estén compensando con el abaratamiento de la energía solar. El problema que presenta la energía nuclear es de plazos: se tardaría al menos diez años en construir una nueva y para cuando estuviese lista sería demasiado tarde. Además de que sería cinco o seis veces más cara para el consumidor que la energía eólica o solar. Por eso no la incluimos en nuestras medidas.
Abastecer de energía eléctrica a partir de fuentes eólicas o solar a toda la población en Holanda supondría usar muchos kilómetros cuadrados que, o no están disponibles, o provocarían un impacto económico y paisajístico muy grande en la región. ¿Qué solución propone?
Pensemos en el lugar más feo de la región y pongamos allí dos o tres filas de molinos eólicos, ya habremos logrado una parte. Cada municipalidad debería instalar unos nueve en su zona y otros 4.400 molinos tendrían que construirse en el mar, después harían falta nueve paneles solares por persona de media. Para los invernaderos se podría utilizar energía geotérmica. Tenemos espacio de sobra en edificios y otras superficies industriales para todas estas instalaciones, no habría que recurrir al terreno agrícola, yo no estoy de acuerdo con hacer eso. Y vivimos en Europa Occidental donde se podría comerciar con esta energía y traer la que haga falta de otros países.
En la última cumbre del clima en Madrid se discutió mucho sobre los mercados de carbono, ¿le parece una buena medida?
No estoy muy a favor de estos sistemas para comerciar con las emisiones. En Europa ya tenemos uno, ETS, que en los primeros diez años no ha funcionado en absoluto ya que a muchas de las grandes compañías se les concedieron estos créditos de forma gratuita e incluso hicieron dinero con ello. Es un sistema que nace defectuoso porque no hay tiempo para ir vendiendo créditos para que los que emitan menos permitan que otros emitan más. Todos deberíamos reducir las emisiones, punto. No estamos en disposición de comerciar con esto, vivimos una emergencia climática, nos aproximamos a los tres grados de calentamiento y entonces la Tierra será un planeta inhabitable. No queremos eso. Entonces miraremos atrás y diremos…si hubiésemos actuado…Para los Países Bajos, nuestro plan supone un gasto de entre el 1 y el 1,5 por ciento de su PIB anual, algo totalmente asumible para un país como el nuestro.
Su casa supongo que tendrá cero emisiones…
Sí, por supuesto. Tenemos paneles solares en el tejado y también en algunas paredes. Yo suelo trabajar hasta las tres de la mañana y antes tenía la calefacción de toda la casa puesta hasta esa hora. Pero desde que instalamos un panel de rayos infrarrojos en el techo de mi estudio, cuando apagamos la calefacción a las 11 de la noche yo sigo trabajando perfectamente bien. Tengo tres hijos y también les hemos instalado estos paneles encima de sus camas para que lean y hagan los deberes calentitos. Y mientras, mantenemos encendida la calefacción en el salón, la cocina y poco más. Es otra manera de vivir. Al probar estas ideas en mi propia casa, entiendo mucho mejor cómo funcionan y puedo aconsejar bien sobre ellas. Conduzco un coche eléctrico desde hace más de diez años, era la primera idiota de Holanda en hacerlo y por aquel entonces apenas había puntos de recarga. Como sólo tenía una autonomía de 180 kilómetros, siempre llevaba conmigo un alargador por si tenía que pedirle a alguien que me dejara recargar mi coche (ríe). Menos mal que esto ha evolucionado mucho y mi coche actual tiene 400 kilómetros de autonomía. Para alguien como yo que viaja mucho, ¡me ha cambiado la vida!
¿Se considera usted una activista medioambiental?
No, más bien me considero una emprendedora medioambiental. Mi postura siempre es la de ofrecer soluciones de una manera pragmática y lo miro desde la postura empresarial, porque soy la primera que no quiere que el país funcione sólo a base de subsidios estatales. Me gusta el pragmatismo, reunir personas con talento de distintos ámbitos y poner en marcha ideas innovadoras que puedan funcionar, más que dar charlas o hacer investigación. Me atrae probar iniciativas nuevas y no me importa hacerlo en mi propia casa. Si al cabo de un tiempo no funciona, pues nada, pasamos a otra cosa.