Hace diez años dos singles se colaron en las radios de medio mundo y muchos tarareaban una canción que poco después tuvo sabor a Martini. Eran Back it Up y A Night Like This, dos melodías del álbum Deleted Scenes from the Cutting Room Floor que hizo saltar a la fama internacional a la cantante neerlandesa Caro Emerald. Llegarían discos de platino, números uno y más de un millón y medio de copias vendidas de un disco que transporta a los años cincuenta, al cine negro, la música de vinilo y el joie de vivre. Diez años después, la carrera de esta artista de voz grave y aspecto exótico, del que se escapan sus orígenes arubeños, se encuentra en estado de gracia, al que todas las celebridades querrían llegar después de tocar el cielo. Madre de dos hijas, sigue viviendo en su Ámsterdam natal donde continúa explorando nuevos ritmos y creciendo como artista. En el conservatorio de la capital donde se formó, hoy reconvertido en hotel de lujo, nos recibe una luminosa tarde de febrero.
Por su género musical, su aspecto o su estilo tan sofisticado, no pasa usted por artista holandesa…
¡Lo sé! Incluso aquí, cuando se empezaron a escuchar los primeros singles de nuestro primer álbum, la gente tampoco me asociaba con Holanda. Pero yo veo esto como un cumplido: que no se me pueda clasificar fácilmente dice también mucho del carácter universal de la música que hago. Podría ser de cualquier parte.
Sarah Vaughn, Billie Holliday, Nina Simone son algunos de los artistas que usted ha dicho que le inspiran, ¿alguno nacional, holandés?
Honestamente, no. Como cualquier otro país, Holanda tiene su música tradicional que yo bailo a gusto con mi familia y amigos, que nos conecta a todos, pero que no relaciono con mi música. Y luego tenemos la música actual, para cuya producción no hay un presupuesto tan alto como en Gran Bretaña o Estados Unidos, que son países muchísimo más grandes. Mi país es bueno en música Dance y Pop Rock pero no en jazz y soul, que es la música que a mí siempre me ha interesado.
Su primer álbum fue disco de platino en Europa y se vendió en 40 países, algo inusual para un artista neerlandés, si dejamos de lado a los DJ’s. ¿Por qué cree que es tan difícil para un artista holandés traspasar fronteras?
No sabría dar una respuesta a esto, pero está claro que en los países europeos todavía es complicado llegar a otros mercados. Suecia lo consigue más que otros, y en Holanda me imagino que gran parte del presupuesto total se lo llevan los DJ’s. En España es distinto porque contáis con el mercado latinoamericano. Personalmente nosotros no podemos quejarnos porque al tener nuestro propio sello pudimos obtener diversos subsidios del Gobierno que nos permitieron actuar fuera, algo que es muy costoso.
Han pasado diez años desde que su primer álbum tuvo ese gran éxito a nivel internacional, ¿qué reflexión hace de esta década?
Pienso mucho en ello, parece que ha pasado toda una vida. Durante aquellos años de tanto éxito cada día era una experiencia nueva, realmente era así: un hotel distinto, en un lugar o país en el que no había estado antes, con gente que no conocía. Cantar las canciones una y otra vez me hicieron crecer mucho como cantante, pero vivía en una auténtica montaña rusa. De alguna manera sentía que no merecía ese éxito, y una gran responsabilidad por estar siempre a la altura, por superarme cada vez. Estaba constantemente estresada. Nadie a mi alrededor había vivido algo así, de repente mi trabajo estaba en boca de toda la gente que me conocía y logré estar en los mejores escenarios del mundo. Realmente fue algo muy grande. Fui mejorando poco a poco como artista, acostumbrándome a todo ello, y así empecé a retomar las riendas de mi vida. Pero me costó un par de años.
Videoclip de su mayor éxito musical, A Night Like This, lanzado en 2010.
Al mismo tiempo que esos cambios ocurrían en su vida, el panorama musical, con el mercado digital y el streaming, ha dado el mayor vuelco de las últimas décadas. Su grupo creó su propio sello para darse a conocer pero hoy tenemos a una cantante como Billie Eilish que produce sus canciones en su casa, con su hermano, y gana siete grammys.
Salvando las diferencias porque ella es mundialmente conocida, su historia no es tan distinta a la nuestra. Nuestro primer álbum también lo grabamos en un estudio en casa, nuestros temas no necesitaban mucho para sonar estupendamente y la tecnología para hacerlo ya estaba allí. Además no nos preocupaba mucho que se colaran otros sonidos de fuera, porque para la música que hacemos, pensamos que podía darle ese toque vintage, desordenado. Nosotros también nos desmarcamos de las grandes productoras musicales y fuimos por nuestra cuenta. Ella es otra historia, tiene mucho talento y lo que ha hecho con su hermano es admirable, de una gran calidad musical. Llegará muy lejos y será una de las grandes.
Lo que sí ha cambiado es la manera en la que se consume la música. La accesibilidad tan enorme que hay ahora favorece una oferta desmesurada, que a mí como consumidora me llega a parecer abrumadora, ya no sé cuál elegir. Me gusta la buena música, punto, la que para mí es buena, sea del género que sea. Y para eso tengo que escuchar muchísima, de playlists totalmente dispares.
Que Spotify le recomiende canciones según sus gustos en este caso no funciona…
No, que me recomienden música parecida a la que ya he elegido es algo que me molesta mucho. Hoy en día pasa en todo: en el periodismo, la política, y entiendo que hay algo positivo en darnos lo que buscamos pero al mismo tiempo empequeñece nuestro mundo, llenándolo sólo de aquello que nos gusta. Y esto creo que no es un desarrollo favorable, ni en música ni en nada. Personalmente, me sigue encantando escuchar la radio, descubro grupos que no conocía y aprendo mucho.
Como artista, ¿en que posición le pone esta nueva situación?
No lo sé, francamente. El lado positivo es que mi música es muy específica, y por lo tanto, está en playlists que van dirigidas a gente a la que le gusta este género. Desde ese punto de vista, estas recomendaciones me favorecen porque llego más fácilmente a posibles seguidores. Pero el lado negativo es que, desde el principio, nuestro público es de gente mayor que ya compraba cd’s hace una década y no todos han encontrado su camino en Spotify. Tenemos que buscar la mejor manera de volver a conectar con ellos.
Su música suena a jazz pero también tiene ritmos de hip hop y pop, ¿Cómo encontraron su estilo tan diferenciador y por qué ese aura vintage tan característico?
¡Salió solo! Yo era la cantante de jazz que no se sentía cómoda siendo sólo una artista de jazz, y prefiere hacer pop; mi compañero Jan venía del hip hop y David es muy polifacético, tiene una visión muy clara de quiénes somos y siempre se ha sentido muy atraído por el vintage reinventado. Cuando se conocieron y compusieron la primera canción, Back it Up, pusieron todo esto en la canción y me preguntaron si yo estaba interesada en poner la voz. Yo era una cantante cualquiera del conservatorio. Les dije que sí y desde ahí llegó todo lo demás. Me escuché cómo no me había oído antes, a un nivel muy superior al que estaba acostumbrada. Trabajé más en ella y salió algo tan bueno que decidimos componer más y hacer todo un álbum de música jazz de los cincuenta con ritmos hip-hop. Paralelamente preparamos toda la parte visual, nuestra imagen como grupo, para que cada detalle se adaptara al sonido retro de nuestras canciones. Y lo hicimos todo por nuestra cuenta después de mover la maqueta por distintos sellos, sin éxito.
No tienen giras previstas para este año, ¿por qué?
Porque queremos centrarnos en hacer nueva música, en eso estamos ahora, y nos lleva mucho tiempo. No estamos parados, ni mucho menos, pero después de la frenética actividad que tuvimos hace unos años, cada uno de nosotros necesitamos un respiro, darnos tiempo para digerir todo, para otros proyectos personales, y volver así con fuerza. Seguimos tocando en algunos festivales, pero la gira todavía no, hasta que no tengamos nuevo álbum.
Habla de nueva música, ¿veremos a una nueva Caro Emerald?
Me siento muy bien en este término medio, no ser ni pop ni jazz al cien por cien. Supongo que seguiré así. Pero desarrollarme como artista es esencial para mí. Los mejores artistas, con las carreras más largas, se atreven a cambiar y a probar caminos nuevos, es así cómo evolucionan. La autenticidad también es algo que se logra explorando: en estos momentos estoy probando otros estilos, otros géneros, y gracias a ello me estoy dando cuenta de que existen rasgos esenciales en mí como cantante que no varían. Esa es quizás mi esencia, pero sólo la encuentro si exploro, si me reto a mí misma y busco más allá. Me siento muy afortunada de poder hacerlo, pero nunca lo haría en público. Y menos ahora que cualquiera puede grabarme con su móvil durante un concierto y subirlo a internet. La improvisación no es mi fuerte.
La autenticidad se logra explorando, así es cómo los mejores artistas evolucionan
Que no le guste improvisar suena extraño para una cantante de jazz…
Lo sé. Pero es que yo no me considero una auténtica cantante de jazz. Somos un grupo musical que ha convertido la música pop en jazz: nos hemos quedado con su aspecto externo, su atmósfera, pero la instrumentación y el ritmo son realmente pop. El jazz de tocar juntos, ir experimentando y ya veremos dónde aterrizamos no es para mí. En el estudio improviso a menudo porque aprendo mucho de ello y sé que es mi punto débil. Por eso siempre he temido las críticas de los artistas de jazz hacia nosotros. Pero me ha sorprendido que su reacción ha sido la contraria: muchos de ellos han valorado nuestra técnica tan cuidada.
Hace unos años se atrevió con la televisión formando parte del jurado de The Talent Project, ¿cómo fue la experiencia?
Muy positiva, porque ser jurado era también una manera de ejercer de coach para estos chicos y ese es un papel en el que encajo bien. Como era para hacer esto, me pareció bien salir en televisión. No tenía que pretender ser otra persona.
El camino que ellos siguieron no tiene nada que ver con el suyo. Usted estudió canto y música en el conservatorio hasta que se dedicó a ello profesionalmente, ¿cuál le parece más acertado para convertirse en cantante?
Sinceramente, lo más duro es lograr una carrera como la que yo he tenido con la educación que yo he seguido. La mayor parte de los artistas que tienen éxito no han pasado por el conservatorio y creo que es mejor, porque mientras esos años se aprende mucho de teoría musical, se tarda más en salir fuera y en desarrollarse de verdad como artista. Durante la formación se pone demasiada atención en la técnica y no se aprenden las claves para desenvolverse después en este mundo. Si mi hija me dijera que quiere dedicarse a la música le diría que adelante, pero de otra manera. Confío mucho en las carreras artísticas construidas a partir de la experiencia, de la práctica, porque así es cómo se aprende a ser cantante, sencillamente haciéndolo, entrenando, es como montar en bici.
Esta atención al detalle también se percibe incluso en su look vintage, sumamente cuidado…
Sí es verdad, a mí ya me gustaba antes pero hacerlo tan cuidadosamente era algo nuevo. Ya para el primer concierto aparecí con el vestido de tubo negro y la flor roja en la cabeza. Esa era yo, más sofisticada que de costumbre quizás, porque era para salir al escenario, pero menos de lo que vendría después: el peinado tan retro, el maquillaje, todo fue haciéndose más profesional. Y aquí en Holanda no se espera que las celebrities vayan muy sofisticadas, y menos en su día a día, más bien al contrario.
En otra entrevista usted decía que su madre siempre le dejó explorar su lado más artístico y que tuvo una infancia y una adolescencia muy libre, ¿cree que la generación actual o la de nuestros hijos gozan de esta misma libertad?
Para nada. Soy madre y soy consciente de que hoy en día tendemos a protegernos de todo, y no me gusta nada, lo odio. Mi madre sabía que yo me iba al Vondelpark a fumar porros con chicos mayores que yo y cuando años después le pregunté por qué me dejaba, ella respondía que sabía el tipo de hija que tenía y que no traspasaría los límites. Eran otros tiempos, sin duda. Ahora todo está más estructurado: somos una generación que sobreprotege su salud, su dinero y su bienestar…afortunadamente a pesar este exceso de control sigue habiendo una gran creatividad, tan viva como siempre. Hay muchos artistas que siguen creando como antes, tan bien como antes.
Con otras reglas del juego…
Absolutamente. En la música se ha acabado el monopolio de los grandes sellos discográficos. Antes eran ellos los únicos que decidían a qué artistas lanzarían a la fama. Eso ha cambiado y hoy todo el que quiera puede crear su música y mostrarla sin límites. Las posibilidades se han multiplicado y en ese sentido el panorama ha mejorado.
¿Le preocupa a usted como artista no saber adaptarse a estos cambios?
No desde el punto de vista creativo, porque se trata de mantenerse fiel a una misma y a partir de ahí atreverse a seguir probando estilos nuevos. Pero desde el lado empresarial sí estoy preocupada, porque todo ha cambiado mucho en los últimos años. Sé que nuestro público sigue ahí fuera pero a menudo no sé cómo llegar hasta ellos. Las redes sociales no son lo mío y siento la brecha generacional. Cuando estoy trabajando no puedo estar posteando, al componer música estamos todos muy concentrados y no me sale el momento de hablarle a todo el mundo de ello. Sé que es importante estar presente online pero reconozco que me cuesta. Porque además nunca mostraría a mis hijos, a mi vida privada, a pesar de que aumentaría mi visibilidad.
Usted alcanzó el pico de su carrera muy al principio, para muchos artistas esto puede cargarles de responsabilidad o de mucha presión para seguir al mismo nivel, ¿cómo se lo tomó usted?
Como decía antes, después de esos años preferimos frenar un poco y experimentar más, con la idea de hacer mejor música, tomando el tiempo que haga falta para lograrlo. En este momento no sabría decirte hacia dónde irá mi carrera profesional, porque no lo sé. Mentiría si te dijera que no deseo vivir de nuevo el éxito que vivimos hace unos años, pero no me dejo arrastrar por ese pensamiento. Porque ¿qué es el éxito? que todos hablen de ti, llenar un concierto con 20.000 personas…todos diríamos que es eso, pero en el fondo, el éxito es poder seguir haciendo lo que a uno le gusta y que haya gente ahí fuera que disfrute con mi música. La cantidad da igual. Si en lugar de 20.000 me escuchan 600, te aseguro que no me cambia mucho. Mientras todos lo estén disfrutando, para mí es lo mismo. Como empresarios, a veces nos preocupamos porque un concierto vende el 60 por ciento de las entradas. Pero luego yo subo al escenario y lo que veo allí es a un montón de gente dispuesta a pasarlo bien con mi show. Entonces las entradas sin vender no me importan nada. Nunca dejaré de cantar, eso lo tengo claro, es quien soy.
El éxito es poder seguir haciendo lo que a uno le gusta y que haya gente ahí fuera que disfrute con mi música.
¿Qué le diría a un artista que se inicia ahora, como a los concursantes de The Talent Project?
Que tengan empuje, ambición. Muchos de ellos no lo tenían. Hay mucha gente ahí fuera que tiene mucho talento, que canta mucho mejor que yo, con una técnica perfecta. Pero además del talento hace falta fuego, coraje, del de verdad, el que está diciendo «necesito que me escuches cantar». Hace diez años yo no lo describiría así porque no me veía con esa fuerza. Ahora sí lo he entendido: esta es mi vida y quiero, necesito, que la gente me escuche. Te tiene que ir la vida en ello.