Tras las medidas implementadas por el Gobierno en los últimos días a toda la población residente en los Países Bajos, Gaceta Holandesa ha querido hacer una radiografía de la situación en distintas regiones del país dándole voz a hispanohablantes que viven allí. En lugar de ilustrar el reportaje con imágenes de calles y centros urbanos más tranquilos de lo normal por el coronavirus, hemos preferido mostrar la otra Holanda, la doméstica, en la que muchos holandeses viven y ahora también trabajan, cuidan y educan a sus hijos.
Desde que el pasado 12 de marzo el Gobierno neerlandés comenzara a implementar medidas restrictivas para frenar la propagación del coronavirus, las redes y los grupos de whatsapp se han saturado con reacciones de todo tipo. En un discurso histórico, el primer ministro Mark Rutte anunció el pasado lunes que el país apostaba por una vía intermedia entre echar el cierre, como está ocurriendo en España e Italia, y dejar que la pandemia avance sin restricciones. Con todos los centros educativos cerrados, el transporte público en mínimos, el teletrabajo impuesto para la mayor parte de la población y con libertad para moverse pero con distanciamiento social, Holanda pretende aplanar la curva de propagación del coronavirus mientras se crea inmunidad comunitaria.
En los Países Bajos los casos siguen aumentando a diario y la pandemia avanza como en el resto de Europa. En los hospitales de todo el país «se está preparando al personal para los diferentes escenarios con los que nos vamos a encontrar, cancelando las operaciones programadas, las consultas que no son urgentes y tratando otras muchas por teléfono», detalla Rocío R., microbióloga clínica española de un hospital del este del país. Salvo en los hospitales de la región de Noord-Brabant, en el resto el ambiente que se respira es de «calma tensa», según describe Rocío, una apreciación que comparte José Montero Cabezas, cardiólogo intervencionista del hospital universitario de Leiden (LUMC): «Ahora mismo nuestro hospital está con mucha menos actividad de la habitual porque estamos intentando que venga el menor número de pacientes. Además de aplazar y cancelar consultas en la medida de lo posible, desde hace tiempo en nuestro departamento realizamos consultas telemáticas para, por ejemplo, pacientes que han sufrido un infarto, y las que están activas las seguimos haciendo con normalidad». Por el momento todo el que ingresa en estos dos hospitales es atendido, tenga la patología que tenga, y ambos aseguran que funcionan con normalidad. No obstante, ya se están tomando medidas. Actualmente, el hospital donde trabaja Rocío R. cuenta con varios enfermos por Covid-19: «Los pacientes con este coronavirus ingresan en aislamiento, en una zona concreta del hospital. Para atenderles, los sanitarios toman todas las medidas de protección necesarias, se monitorizan sus síntomas y si es necesario se les hace un test» relata. Ella, junto con el resto de microbiólogos, forma parte del equipo encargado de realizar los protocolos de diagnóstico, aislamiento y tratamiento «y los encargados de decidir a quién debemos hacer la prueba y a quién no». Aunque admite que «nos encantaría poder hacérsela a todo el mundo, no tenemos material para ello. Quizás dentro de unas semanas podamos contar con él pero de momento tenemos que seleccionar bien a quién se la hacemos». Su hospital es pequeño por lo que espera que, cuando sea necesario, se puedan derivar pacientes a otros hospitales cercanos, algo que en Holanda «se puede hacer sin ningún problema». Por su parte, el LUMC, que ha decidido no hacer públicas las cifras de ingresados por el virus, ha habilitado, al igual que otros hospitales, un módulo portátil cerca de la entrada para atender allí a posibles enfermos de Covid-19 y evitar así que pasen por la entrada principal. Al mismo tiempo, el personal está realizando turnos para reducir la exposición al contagio y asegurar la atención óptima cuando sea necesaria. Tanto Rocío R. como José Montero coinciden en que, si bien la incertidumbre es muy grande, Holanda está haciendo lo que debe en estos momentos.
Según José Montero, el sistema de salud holandés ha contado con algo más de tiempo que el español o el italiano para prepararse, a lo que se añade el cortafuegos de la atención primaria: «los médicos de cabecera son un filtro fundamental para no saturar los hospitales con casos leves que no requieren atención especializada. Esto ahora es de vital importancia porque logra que no se haga mal uso de las urgencias permitiendo así que los servicios sanitarios sigan funcionando bien» detalla. El diario De Volkskrant informa hoy de que tres de cada cuatro pacientes fallecidos por coronavirus en Holanda lo han hecho fuera de la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital (según el organismo competente NICE), bien en una habitación en planta, en casa o en la residencia de ancianos. Esto podría, también, explicar el buen funcionamiento actual de la mayor parte de los centros sanitarios del país. «Si el paciente es muy mayor, tiene un corazón en mal estado y ya ha sido sometido a tres operaciones en los últimos meses, el médico puede decidir, en consulta con la familia, que no tiene sentido tratarlo en cuidados intensivos» explica Diederik Gommers, responsable de la UCI del hospital Erasmus MC de Róterdam y presidente de la Asociación Holandesa de Cuidados Intensivos (NVIC). Asegura que en algunos casos un enfermo de edad avanzada puede empeorar muy rápidamente y «permanecer con el respirador durante dos semanas o más antes de que se pueda ver una pequeña mejoría». Para Bart Berden, médico y presidente del Comité Regional de Cuidados Agudos de Brabante (ROAZ), «en el supuesto en que un señor mayor de 85 años caiga enfermo por coronavirus es necesario preguntarse si posteriormente será capaz de seguir viviendo de manera independiente, ¿qué valor has añadido a su vida?» cuestiona, mientras asegura que el gran problema actual es la escasez de mascarillas y otro material para proteger al personal sanitario, lo que a corto plazo puede derivar en una atención deficiente a los pacientes. Gommers ha recalcado también que se estima que en una semana el número de pacientes por coronavirus que deban ingresar en las UCIs sea de entre 500 y mil, una cifra que asusta teniendo en cuenta que en estos momentos son 177. El Gobierno ha asegurado que se pondrán a disposición las camas suficientes para atender a todos ellos.
Entre tanto, Rocío lanza una última recomendación: «la gente debería tomarse en serio el distanciamiento social, porque aunque muchos lugares de paso están vacíos, como las estaciones de tren, se sigue viendo a muchas personas que no lo respetan» y concluye que «a este virus no le conocemos: se asume que creará inmunidad comunitaria, como otros mucho virus, pero en qué medida y a qué precio todavía no se sabe».
Comercios y restaurantes echan el cierre – desde Róterdam, por Alberto Arnaldo
La segunda ciudad de Países Bajos no es por el momento uno de los epicentros del coronavirus, pero ha trastocado por completo su ritmo en la última semana. Además del cierre de establecimientos de hostelería, escuelas y multitud de centros de trabajo, las mascarillas, o en su defecto bufandas y hijabs sobre la boca y la nariz, son cada vez más comunes. Las escenas de compra masiva son la norma desde el jueves pasado, y los supermercados, especialmente los del centro, no alcanzan a reponer productos esenciales como harina, patatas, pasta, arroz, papel higiénico o tomate en conserva, por citar algunos. Para conseguir algunos de estos hace falta ir a varios establecimientos, y ni así. En un LIDL saqueado al final del martes, un empleado recomienda venir temprano para encontrar papel higiénico y harina, aunque asegura que habrá cola y que será “una guerra”.
La estrategia de inmunidad de grupo también se deja ver en las directrices que comunican las autoridades sanitarias locales. Según la última actualización del GGD Róterdam – Rijmond, la entidad municipal encargada de la gestión de la red hospitalaria y asistencial de la región metropolitana, a fecha del 18 de marzo se contabilizaban 142 casos, 83 de ellos en Róterdam. El cambio en el criterio de la comunicación de nuevos contagios por parte del RIVM a partir del 17 de marzo imposibilita conocer el número exacto de casos por región. Pero aun así, los criterios de testeo impiden conocer con exactitud el número real de afectados: el GGD se limita a priorizar a personas mayores de 70 años y a grupos de riesgo para hacerles la prueba del coronavirus.
A pesar de que, a fecha de hoy, el aeropuerto asegura que pretende seguir abierto, sus pantallas de salidas y llegadas ponen en cuestión la intención. De los 34 vuelos programados para el miércoles 18 de marzo, 19 han sido ya cancelados. Las cancelaciones de eventos se suceden: desde la ya confirmada del maratón de Róterdam hasta la de Eurovisión, por la que se esperan pérdidas económicas millonarias. Tal y como anunció ayer miércoles la organización a través de Twitter, por primera vez en sus 64 años de historia, el certamen musical deja de celebrarse para proteger a la población frente al coronavirus. Los organizadores holandeses aplazan esta edición a 2021.
El deporte está también tocado por las cancelaciones: el Sparta, vinculado al barrio obrero de Spangen, ha tenido que pedir ayuda al UWV. Esperan que la agencia pública que gestiona el seguro de desempleo ofrezca subsidios para sus jugadores. Se une así a otros equipos de la primera división holandesa, como el de Tilburg (actualmente quinto clasificado) o el de Den Bosch, en tener que solicitar ayuda a las autoridades. Otros dos equipos de Róterdam, el Dordrecht FC y el Excelsior, que juegan en la segunda división, también se han visto en el mismo trance.
Pero no todo son malas noticias: dese Róterdam se han logrado avances en la búsqueda de una medicina. Científicos de la compañía Harbor Antibodies, que tiene su rama de innovación en el hospital público Erasmus MC, aseguran haber encontrado un anticuerpo capaz de hacer frente al coronavirus SARS2. Como parte de un proyecto anterior, enmarcado en su labor habitual de buscar anticuerpos para hacer frente a tumores, descubrieron uno que hacía frente al SARS1. Tras la irrupción de la pandemia actual, comprobaron que también era eficaz para combatir al virus que la causa.
Ahora están buscando una compañía farmacéutica para producir la medicina, y que además podría, con esta misma innovación, desarrollar pruebas diagnósticas sencillas, que cualquiera podría hacerse en casa. Pero antes de que pueda ser comercializado, debe comprobarse que el anticuerpo es eficaz en humanos, un proceso largo que ya está en marcha.
La controversia en torno a los colegios y su cierre – Desde Limburgo, por Susana Montesinos
La situación de las escuelas en la provincia de Limburgo no es la mejor desde el brote de coronavirus en los Países Bajos. Aunque no se hayan reportado casos en escuelas, la región es la segunda a nivel nacional en número de casos positivos, después de Noord-Brabant. Los ayuntamientos de Sittard-Geleen, Maastricht y Peel en Maas son quienes tienen el mayor número de pacientes.
La medida del gobierno holandés, el pasado 14 de marzo, de cerrar las escuelas a partir del lunes, se vivió como necesaria después de que varias escuelas de la zona central de Limburgo sufrieran estragos para seguir dando clase ya días antes de la decisión del gabinete.
“Los niños son un medio de infección rápido”, indica Jana Silkens (29 años), profesora del primer grupo de Primaria, de niños de cuatro y cinco años, en la escuela Mozaiek en Roermond. Según ella la medida del gobierno holandés ha llegado tarde, debió hacerse antes del fin de semana para estar preparados porque el lunes y martes han sido caóticos en su escuela. “El problema es que no sabemos cuánto tiempo va a durar esta crisis, por ahora dicen tres semanas, pero quizá todo el mes de abril o más”. El mensaje del primer Ministro, Mark Rutte, no le pareció nada alentador. Es importante poder trabajar conjuntamente con los padres para el desarrollo de los niños y confía en que estos puedan responsabilizarse de darle la materia escolar a sus hijos.
Ya la semana pasada la falta de profesores era un problema en algunas escuelas de Primaria, como De Stenenbrug, también en Roermond. El profesor del grupo 8 se había acatarrado (se desconoce si tenía el coronavirus), y siguiendo las medidas del RIVM, se quedó en casa. No tenían quien lo sustituyese, así que los estudiantes se quedaron tres días sin clase.
Además, a la hora de recoger a los niños, se vivía cierta tensión en los patios de las escuelas. “Uno no sabe si acercarse a alguno de sus conocidos a hablarles”, declara Nedi Morales, mexicana, madre de Noah (4 años), alumno de De Stenenbrug, “porque hay que mantener la distancia de un metro y medio, y a eso y no estoy acostumbrada”.
Para el Gobierno holandés la prioridad se centra en los grupos 4 y 5 de la escuela secundaria, los llamados Eindexamenklas. Ayer martes el ministro de Educación Arie Slob, de acuerdo con el RIVM y los principales representantes del sector educativo, decidieron seguir adelante y permitir a estos estudiantes hacer el examen final de curso en mayo.
“Es un alivio para nosotros tener el apoyo del ministerio, así podemos darle una respuesta a los estudiantes que vienen con preguntas sobre cómo estudiar, cómo continuar las clases y cómo prepararse”, declara Koen Bertrams (59 años) profesor de Havo y Vwo de Blaricum College, en Venlo. Sin embargo, a este profesor de Física y Matemáticas le preocupa cómo va a funcionar la educación a distancia. “No todos los profesores estamos preparados para hacerlo, algunos necesitamos cierta práctica, sobre todo aquellos quienes estamos acostumbrados a dar clases de una forma clásica” añade.
A Koen Bertrams le ha tocado este año cuatro grupos de Eindexamen, y según él, abril es el mes en el que se practica para esta prueba. “Ojalá que esta crisis no dure mucho tiempo y podamos volver a las aulas”, concluye.
En los últimos días, la provincia de Limburgo ha seguido con expectación las noticias nacionales, pero a la vez ha mirado con tristeza cómo dos de sus eventos más importantes han sufrido los efectos de esta pandemia: mientras la feria internacional de arte y antigüedades TEFAF, en Maastricht, tuvo que cerrar sus puertas antes de tiempo, la carrera ciclista Amstel Gold Race, en el sur de Limburgo, han cancelado su edición de este año.
Conciliación familiar y teletrabajo- desde Wageningen, por Nereida Ordovás
En sólo cuatro días, los hechos y las decisiones tomadas por el gobierno de los Países Bajos se han precipitado. De la decisión a finales de la semana pasada de permanecer con guarderías y colegios abiertos hasta el cambio de rumbo que supuso, dos días después, cerrarlas, y con ellas bares, restaurantes y gimnasios.
Wageningen cuenta, según el mapa actualizado del RIVM, con 2,6 personas infectadas por Covid-19 por cada 100.000 habitantes. Los Países Bajos disfrutan del especial regalo de unos días soleados y los habitantes en esta pequeña ciudad enmarcada por el dique y la naturaleza continúan haciendo su vida normal mientras se adaptan a las medidas que el gobierno ha puesto en práctica. Para los padres y madres migrantes con niños en edad preescolar que viven y trabajan en la ciudad, las guarderías son tan importantes como el oxígeno. Sin familia ni otro tipo de apoyo dependemos del sistema asistencial (privado), al igual que los progenitores holandeses, cuyas familias nucleares y perspectiva individualista está saliendo a flote con la vivencia de esta crisis. Sin guarderías, sin poder recurrir a abuelos, y sin una «tribu» a la que extender y con la que compartir la crianza, ¿cómo se mantendrá la productividad si los cuidados se convierten en la prioridad?
Como ya ocurrió en España, desde el primer día de cierre de los colegios se podía ver en los parques grupos de adolescentes jugando a la pelota mientras escuchaban música. Para las personas hispanohablantes, especialmente los españoles, el ejemplo de nuestro propio país nos hace estar más alerta y concienciados de la importancia de mantener el distanciamiento social. Para Isabel, madrileña residente en Wageningen, la medida de cerrar las guarderías es muy necesaria ya que los niños, aunque no sufran demasiado la enfermedad, «son vectores de la misma y por lo tanto ponen en peligro a otras personas». Isabel lamenta el hecho de que, según ella, sean razones económicas y no de salud las que hayan guiado hasta ahora las decisiones sobre el manejo de la crisis en Países Bajos.
Sin embargo, Paula, hispanohablante que trabaja en una guardería de la ciudad, opina que no hay razón para cerrar los centros preescolares al menos hasta que no haya una alternativa tangible para todos los padres y madres que se ven obligados a trabajar desde casa. María, que también trabaja en una guardería, por el contrario, piensa que la salud de las trabajadoras debería tenerse en cuenta también. «Si el personal se enferma, hay mayor carga de trabajo sobre las que van a trabajar y las suplentes. También debemos cuidar de nuestra propia salud». Añade María que no es cierto que las guarderías sean ámbitos menos internacionales, como adujo el gobierno en un principio para mantenerlas abiertas, ya que más de la mitad de los niños que acuden al centro donde ella trabaja no son holandeses.
Las calles de Wageningen no han perdido su vitalidad, sus bicicletas, sus tiendas de queso con sus trocitos para probar y la tienda Hema presidiendo la calle principal, siguen acogiendo a todo aquél que pasa. No se respira ni miedo ni preocupación, pues los holandeses no son dados a anticipar resultados catastróficos, tal vez porque ya están acostumbrados a vivir con el aliento del peligro en el cuello a causa del control del nivel de agua. Parece que han llegado a la conclusión de que el coronavirus es sólo un nuevo visitante que se quedará entre nosotros mucho tiempo.
La ciudad universitaria se vacía – desde Groningen, por Daniela Mejía Castaño
El primer anuncio de que el virus había llegado a la provincia de Groningen, al norte del país, se hizo el pasado 11 de marzo. Dos mujeres, una estudiante de 21 años que había viajado en febrero al norte de Italia, y la otra, de 62 años de Nieuwe Pekela, de la que aún no se conoce cómo adquirió el virus, eran las contagiadas. A simple vista, y si se comparaba con el resto de los Países Bajos, donde para ese momento los infectados en otras zonas del país según los datos del RIVM llegaban incluso a triplicar los del norte, el riesgo de contraer la enfermedad era mínimo. La ciudad parecía estar en calma.
“Al principio en los grupos de whatsapp todo fueron memes —comenta la colombiana Carolina Quiñones, estudiante de la maestría de psicología ambiental de la Universidad de Groningen— hasta que ocurrió lo del Vindicat». 760 estudiantes pertenecientes a una de las fraternidades más antiguas de la universidad, que habían estado en el noroeste de Italia por vacaciones, regresaron a la ciudad el 7 de marzo y cuatro de ellos fueron testados para el virus. Aunque ninguno de los cuatro dio positivo, el coronavirus se convirtió en uno de los temas de conversación central de los estudiantes del norte, que en la capital de la provincia de Groningen suman más de 60 mil, el 10 por ciento de la población. Lo lejano y gracioso se convertía, de a poco, en algo cercano y desagradable.
Luego del revuelo causado por el Vindicat y la confirmación de los dos primeros casos de Covid-19 en la provincia, la Facultad de Ciencias Médicas de la universidad canceló de inmediato las reuniones que los profesores del centro médico universitario tenían con sus estudiantes, y bloqueó el paso por algunos sectores del complejo médico. Sin embargo, en la página oficial de la universidad, en donde se mantiene informada a la comunidad universitaria del progreso del virus, una inquietud de los estudiantes en la sección de Preguntas más frecuentes comenzó a cobrar fuerza: “¿Por qué las clases de otras facultades en el mismo edificio continúan?”. La respuesta llegó pronto: “era jueves en la tarde, el 12 de marzo, estábamos en clase cuando el Instituto de Salud Pública (RIVM) pidió el cierre de todas las universidades”, recuerda Carolina. El WhatsApp, según ella, se llenó de mensajes fatalistas.
“Un amigo mexicano debió cancelar la investigación de su doctorado porque en su país también cerró la universidad. Otra amiga mexicana, que vive en una residencia estudiantil en el centro de Groningen con más de cien personas, me escribió: ‘estoy triste, todos los que viven cerca se están yendo’ —afirma, después de darle un sorbo a su té chai el sábado 14 de marzo en un café del centro de Groningen— y hay otros compañeros que ni se enteran, tal vez por la barrera del idioma”. Hasta el año pasado, la Universidad de Groningen registraba más de 7 mil estudiantes internacionales. La medida de urgencia que ha adoptado la universidad para no retrasar las clases ha sido la de migrar las lecciones a plataformas en línea, lo que a Carolina le permitió, el pasado 17 de marzo, regresar a Colombia y recibir sus clases de Estadística por internet. “Y los mensajes de whatsapp ahora son solo titulares”, me diría antes de tomar la decisión de regresarse a su país y beberse la última gota de su té. Es común, por estos días, escuchar el ruido de las rodachinas de las maletas de los estudiantes sobre los adoquines de esta metrópoli del norte.
Ik ben thuis es un proyecto fotográfico realizado por Alicia Fernández Solla en el que muestra cómo varias familias hacen uso del mismo espacio, viviendas sociales de los años sesenta, para construir su propio hogar.