Romántica, histórica, fotogénica y gastronómica: así es Gante. A tan solo 25 kilómetros de la frontera con Países Bajos, el Manhattan medieval belga (por su cantidad de torres de la época) es el destino perfecto para una escapada con encanto.
Clásicos de Gante
La ciudad es conocida como el Manhattan medieval por su característico skyline, cincelado por sus torres y construcciones medievales. Por eso, una manera original de descubrir Gante es hacerlo desde las alturas, escalando estos edificios y disfrutando de las vistas que ofrecen. El Castillo de los Condes de Flandes o Gravensteen es uno de los más icónicos. Esta impresionante fortaleza medieval excelentemente conservada permite pasear por sus murallas sobre el río y asomarse a sus almenas para observar la ciudad. Desde Gravensteen se pueden contemplar las otras tres grandes torres gantesas: la Catedral de San Bavón, el campanario Belfort y la iglesia de San Nicolás.
La Catedral de San Bavón es una de las mayores muestras del poder económico medieval de Gante. Donde en el siglo X se alzaba una sencilla parroquia, en el siglo XV se erigió una impresionante catedral gótica, con una torre de 89 metros que hacía ostentación del poder de la ciudad. Hoy, la mayoría de sus visitantes vienen a ver el famoso retablo que conserva en su altar: el políptico de los hermanos Van Eyck titulado “La Adoración del cordero Místico”. Cerca de 170.000 personas admiran anualmente esta obra atraídos por su belleza y por su aura misteriosa, alimentada por una larga historia de robos, guerras y épicos retornos.
En el centro de la fila de torres gantesas se encuentra el emblemático Campanario de Gante (Belfort), construido en el siglo XIV y proclamado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Sobre sus 91 metros de altura se alza una veleta que es símbolo de Gante: un dragón que, según la leyenda, vigila la ciudad y defiende los tesoros que se custodian en la torre. No lejos de allí se encuentra la tercera de las impresionantes torres, la de la iglesia de San Nicolás: un templo gótico que llama la atención por el color azul-grisáceo que desprende su piedra. Sólo hay un lugar en la ciudad desde donde observar las tres famosas torres de Gante alineadas: el cercano puente de San Miguel. Desde aquí, también se pueden contemplar el Graslei y el Korelei, las embelesadoras riberas del río Lys con sus impresionantes fachadas históricas. No es de extrañar que el puente sea lugar de peregrinaje para instagramers y amantes de la fotografía: las vistas que ofrece son impresionantes.
Una ciudad para disfrutones
Gante es un destino ideal para los amantes del buen comer y beber. Aquí pueden dar rienda suelta a su paladar y descubrir platos típicos, dulces tradicionales e incluso cervezas elaboradas en la propia ciudad. Las especialidades gastronómicas por excelencia son el stoverij (un estofado vacuno con pan, cebollas, mostaza, cerveza local y hierbas aromáticas) y el gentse waterzooi (un estofado con patatas, verduras y crema de leche tradicionalmente elaborado a base de pescados de los ríos locales, que hoy también se elabora con base de pollo). De acuerdo con los premios anuales otorgados por los chefs locales, el mejor stoverij de la ciudad lo prepara el restaurante Brasserie Bridge, mientras que el waterzooi de pescado más auténtico es el del restaurante De Raadkamer. Otros restaurantes que merecen una mención son Meme gusta y De lieve (especializados en comida flamenca), Pakhuis (un local con encanto ubicado en un histórico almacén) y ’t Klaverblad (ideal para una cena romántica junto a la chimenea).
En un país de cervezas como es Bélgica, Gante cuenta con sus propios templos cerveceros: esos que ningún amante de esta bebida debería dejar de visitar. La Brouwerij Gruut es sin duda uno de ellos. Esta cervecería elabora sus propias cervezas en el centro de la ciudad y lo hace, además, de una forma única: empleando hierbas en lugar de lúpulo. Los visitantes no sólo podrán descubrir las instalaciones y el proceso de elaboración sino también probar las cervezas y maridarlas con platos de la gastronomía local. La microcervecería Dok Brewing Company también produce sus propias cervezas, y lo hace en uno de los espacios gastronómicos más bohemios y creativos de la ciudad: el Hal 16, un antiguo almacén del puerto convertido en templo foodie. Aquellos que prefieran simplemente bucear en una carta de referencias infinitas, aquí van dos recomendaciones clásicas: la cervecería De Dulle Griet (con más de 500 cervezas disponibles) y Het Waterhouse aan de Bierkant, un local con encanto en uno de los edificios históricos que se asoman al río Lys.
Los amantes del dulce también encontrarán su dosis de placer en forma de repostería y confitería gantesa. En Larmuseau podrán probar y comprar las auténticas sneeuwballen o nubes de vainilla recubiertas de chocolate y azúcar glas; en Julie’s house enloquecerán rodeados de cupcakes mientras degustan un típico mastel, un bollito redondo planchado con sabor a canela; y en la confitería Temmerman podrán comprar una bolsa de cuberdons o gentse neuzen, golosinas blandas de frambuesa cuya forma recuerda a una nariz, para comer o regalar como suvenir. Por supuesto, el chocolate belga no faltará en ninguna de las anteriores direcciones.
Planes y rincones especiales
Perderse paseando es la mejor forma de descubrir algunos de los rincones más encantadores de Gante. Las calles Serpentstraat y Werregarenstratje, con sus escenografías contrapuestas, son dos de esos grandes hallazgos. La primera es ideal para quienes adoran las callecitas estrechas, salpicadas de tiendas pintorescas y locales con encanto, que te salvan repentinamente de una calle demasiado agitada. La segunda es un destino ineludible para los amantes del grafiti: pasear por ella es como recorrer una galería viva de arte urbano. Por su parte, el barrio medieval de Patershol –que fue hogar del gremio de tejedores y que hoy acoge numerosos restaurantes y cafeterías– es ideal para pasear al atardecer, con la luz amarillenta pintando sus adoquines y sus restaurantes en plena ebullición. Y, sin duda, el Graslei y el Korelei, las dos orillas del Lys, son lugares ineludibles por los que pasear o, simplemente, sentarse a ver fluir el agua y disfrutar de las vistas y el ambiente.
Gante también cuenta con rincones ocultos donde historia y belleza crean un oasis de tranquilidad. Es el caso de las ruinas de la antigua abadía de San Bavón, hoy recubiertas de vegetación y convertidas en una evocadora zona verde ideal para pasear, desconectar e imaginar el pasado glorioso de un espacio singular. O la hermosa plaza Achtersikkel, con sus torres y su pozo de agua: un rincón de tranquilidad a escasos metros de la bulliciosa Sint-Baafsplein.
Después de un buen paseo, nada mejor que sentarse en una cafetería con encanto para descansar, leer, conversar o ver el tiempo pasar. Algunas ideas: el café Barazza, camuflado al final de una callejuela y con vistas sobre el río Lys; Le bar infernal, donde pasar las horas tomando café o leyendo uno de sus centenares de libros; o ’t Galgenhuis, un histórico de la ciudad –lleva sirviendo refrigerios ininterrumpidamente desde 1776– que ostenta el título de ser el café más pequeño de Gante (la terraza es más grande que el propio local). Quienes quieran añadir un componente cultural a su estancia en Gante pueden, por ejemplo, visitar el Museo del Diseño; redescubrir los objetos cotidianos de la vida ordinaria del siglo XX en el curioso museo Casa de Alijn; o atreverse con el cine experimental en el Art Cinema Off off, una pequeña sala escondida en el antiguo Beginehoff de la ciudad. Y para los que busquen una experiencia familiar original, en la piscina cubierta Van Eyck, la más antigua de Bélgica, construida en 1886, podrán desconectar y darse un chapuzón en un auténtico entorno arquitectónico Art Noveau.