En una bonita casa típica de Drenthe, en la zona menos poblada del país, vive con su familia uno de los ingenieros que más ha influido en nuestra sociedad actual. Jaap Haartsen está considerado el padre de Bluetooth, ya que fue él, quien en 1994, en la sede sueca de Ericsson, empezó a investigar la manera de sincronizar dos aparatos electrónicos transmitiendo voz y datos por radiofrecuencia. Varias décadas después existen en el mundo más de 40 mil millones de dispositivos con esta tecnología, y de ellos Jaap Haartsen tiene muy pocos en su casa. Apasionado de su trabajo, fuera de él prefiere pasar tiempo en su jardín, dar largos paseos con su mujer o viajar de camping. En 2015, su nombre pasó a formar parte del National Inventors Hall of Fame y aunque ahora trabaja en su propia empresa, sigue siendo miembro fundador del grupo de expertos que vela por el uso adecuado de esta tecnología. Reconocido internacionalmente por ser el pionero de un avance que está cambiando nuestra forma de relacionarnos con el mundo, Haartsen no se ha hecho millonario por ello. Y se siente satisfecho y orgulloso.
¿Cuál es su vínculo actual con la tecnología Bluetooth?
Tengo mi propia empresa y trabajo constantemente con otras, tanto una norteamericana como otra aquí en Emmen, que me demandan estar en contacto con todo tipo de tecnologías, entre ellas Bluetooth. Ese es mi vínculo actual. En mi casa no encontrarás tecnología por todas las partes. En mi tiempo libre me gusta escaparme a la naturaleza, con mi tienda de campaña, lejos de mi día a día. Entre los que se dedican a las nuevas tecnologías, los hay quienes disfrutan probando los avances en los que trabajan en su vida diaria y los que prefieren pensar en estas soluciones desde un aspecto más teórico. Yo soy más de estos últimos, porque al probar algo puede haber situaciones que se escapen de nuestro control.
Cuéntenos como llegó usted a ser el pionero de Bluetooth.
En 1990, después de graduarme en la Politécnica de Delft como ingeniero eléctrico, me fui a Estados Unidos a trabajar para Ericsson. Allí vivimos dos años hasta que me ofrecieron trasladarme a Suecia. Trabajé durante cuatro o cinco años en su sede, y fue allí donde recibí el encargo de investigar una manera de conectar dos aparatos por radiofrecuencia. Yo lideraba el grupo de ingenieros que lo desarrolló. Cuando mi hija mayor tuvo que empezar el colegio decidimos volver a Holanda porque nos parecía que el sistema educativo es mejor aquí que en Suecia. Continué trabajando para Ericsson, viajando a Suecia a menudo y en las oficinas que tenían en Enschede. En 1998 la empresa patentó la tecnología Bluetooth en la que llevábamos trabajando años, junto con otras cuatro compañías más con las que se formó el llamado Special Interest Group (SIG, que hoy cuenta con 35.000 miembros). Cuando formamos este grupo, esperábamos seguir trabajando en esta tecnología cinco o seis años más, porque así suele ser, pero la gente ya supo que estaba disponible y quiso hacer uso de ella inmediatamente. Todo esto pasó al mismo tiempo que estallaba la burbuja puntocom en Estados Unidos, y en 2001 esta crisis afectó a todo el sector. Fuimos recuperándonos poco a poco hasta que en 2006, ocho años después de haberlo patentado, se vendieron más de mil millones de aparatos con Bluetooth incorporado en el mundo entero. Fue entonces cuando me di cuenta de que esta tecnología permanecería, de que había llegado para quedarse. Durante los años anteriores, de grandes subidas y bajadas en el sector, siempre estaba la pregunta de si seguiría adelante o no.
No le fue tan bien a Ericsson, la compañía para la que usted trabajaba…
Depende de cómo se mire. Ericsson nunca estuvo interesada en la telefonía móvil o la tecnología Bluetooth sino en la implementación de grandes estaciones de servicios de comunicaciones que nosotros como consumidores no vemos. Para la compañía, la venta de sus teléfonos tenía como objetivo último el uso masivo de su sistema de telecomunicaciones. Sony estaba mucho más enfocado en el sector de la telefonía móvil y por eso Ericsson le vendió esta parte del negocio. Fueron ellos los que perdieron la ocasión de posicionarse bien en el mercado de los smartphones en 2010. Cuando todo esto pasó yo decidí desvincularme, dejé de trabajar para ellos y monté mi propia empresa en Emmen.
Al mismo tiempo que ustedes en Ericsson desarrollaban lo que luego sería la tecnología Bluetooth, otros como Nokia o Intel también estaban investigando en la misma dirección, ¿habían llegado tan lejos como ustedes?
No, ellos estaban menos avanzados que nosotros pero aún así entramos a formar parte del SIG que creó Intel en 1998 para seguir adelante juntos. Yo llevaba ya tres años y medio trabajando en esto con mi equipo en Ericsson. Intel quería implementar la fórmula 2+2+2: contar en el grupo con dos compañías de telefonía (Ericsson y Nokia), dos fabricantes de ordenadores portátiles (IBM y Toshiba) y otros dos de software (Intel y Microsoft). Microsoft finalmente decidió no participar.
Son muchos los ingenieros que trabajaban en ese momento para lograr una red inalámbrica que transmitiera datos y voz, en el mundo entero y en distintas compañías, ¿por qué es usted Mr. Bluetooth?
Historias de éxito las hay innumerables (ríe). Yo fui el que, digamos, creó los cimientos, en 1994, sobre los que se desarrollaría Bluetooth más adelante. Pensar en cómo un aparato puede conectarse con otro, a un nivel muy bajo y puramente técnico, es lo que empecé a hacer yo entonces. Y a partir de ahí ya se trabajaría en desarrollar un software específico, los chips necesarios para hacerlo funcionar…procesos en los que yo no estuve implicado. Pero la primera pregunta de ¿cómo podríamos hacer esto posible? Esta sí puedo decir que la resolví yo junto a mi equipo de Ericsson. Por eso la patente está a mi nombre, aunque el propietario es Ericsson.
«La primera pregunta de ¿cómo podríamos hacer esto posible? Esta sí puedo decir que la resolví yo junto a mi equipo de Ericsson»
Esto explica la pregunta que siempre le hacen sobre cómo es posible que no se haya hecho millonario gracias a Bluetooth y a las otras doscientas patentes a su nombre.
Así es, yo siempre he sido empleado de las empresas que patentaban estos desarrollos. Porque patentar algo así cuesta mucho dinero, y yo nunca me he sentido atraído por esto, por hacer negocio con una patente. Soy más un ingeniero, y por eso aparezco siempre como el creador, el inventor, pero no como el dueño. Si hubiese arriesgado ese dinero en su momento, supongo que sí, ahora sería millonario. Pero lo veo más como una lotería, tenía tantas oportunidades de perder como de ganar.
¿Quién ha salido más beneficiado con Bluetooth?
Las compañías que más dinero han ganado han sido los fabricantes de los chips que integran esta tecnología en los dispositivos. Entonces eran cinco o seis en todo el mundo pero desde que, en 2010, Bluetooth publicó unos estándares más sencillos para aparatos de baja energía (low energy), ahora son muchas más, sobre todo de China. Aunque el uso tradicional de Bluetooth, por ejemplo para escuchar música, todavía depende de estas cinco o seis empresas fabricantes.
¿De dónde procede la B del logotipo?
En 1990 creamos un logotipo que simbolizaba unas ondas de radio y estuvimos usándolo hasta que en 1998 nos unimos en este grupo de trabajo, redactamos los estándares y decidimos lanzarlo al público. Se hizo de forma simultánea en Londres, Tokio y Los Ángeles un año más tarde. En todos los documentos y herramientas de márketing usamos este logo junto al nombre de Bluetooth, pero resultó ser muy parecido al de la Asociación Neerlandesa de Editoriales (VNU) así que tuvimos que cambiarlo. Y así fue como surgió la idea de usar el logo actual, que es la combinación de la H y la B del alfabeto rúnico, haciendo referencia a las iniciales del rey danés del siglo IX Harald Blauwtand (Bluetooth en inglés) en quien se inspira el nombre.
¿Le gusta a usted el nombre de Bluetooth?
Fue el que se decidió entre todos. Yo tenía otra propuesta, Piconet, haciendo alusión al concepto de red pequeña y tomando prestada la palabra del italiano (piccolo significa pequeño). La primera vez que leí sobre el rey Harald Blauwtand fue en un libro de navíos rúnicos que me mandaron leer en clase de sueco, cuando trabajaba en Suecia. Cuando más adelante surgió la discusión sobre el nombre del proyecto, varios de nosotros hablamos de este libro y del personaje. Empezamos a usar el nombre Bluetooth de manera interna hasta que, cuando se lanzó al público, el departamento de márketing nos pidió buscar un nombre comercial y no encontramos ninguno. Vieron que estaba disponible y lo seguimos usando. Fue totalmente casual.
¿En qué se diferencia la tecnología Bluetooth de hoy respecto de la que ustedes lanzaron hace veinte años?
La velocidad de datos no es mayor, sigue siendo de dos megabites por segundo de media. Porque para los aparatos en los que funciona, principalmente de audio, es suficiente. El alcance actual sí es superior al de hace años, de 120 metros en un espacio abierto, pero tampoco puede ser mucho más porque a mayor distancia la velocidad de datos disminuye. Hoy en día, para el llamado Internet de las Cosas, para conectar tu nevera a tu móvil, la velocidad ya no es tan importante como el alcance, así que puede que esto vaya cambiando poco a poco.
Sin Bluetooth, el cambio de paradigma al que nos dirigimos no sería posible. Alexa por ejemplo, no existiría. ¿Han discutido entre ustedes los límites éticos en el uso de Bluetooth?
¿Éticos? No, en absoluto. A los ingenieros y expertos no nos compete establecer estas limitaciones, eso es algo que le corresponde hacer a la sociedad. La investigación científica se basa en la curiosidad por saber más, por avanzar y desarrollar algo nuevo, esa es su naturaleza. Yo no tengo un Alexa en mi casa porque desconfío de lo que podría hacer Amazon con la información que obtiene de nosotros. Y sí, sin Bluetooth no existiría este aparato, por eso los ingenieros deben innovar cuidando mucho esta privacidad, poniendo los medios para asegurarla. Sobre el uso que se haga después, si es bueno o malo, no podemos hacer nada.
«No tengo Alexa en mi casa porque desconfío de lo que podría hacer Amazon con la información que obtiene de nosotros. Y sí, sin Bluetooth no existiría este aparato»
En una entrevista anterior usted afirmó que estas tecnologías deben permanecer siempre al servicio del ser humano, ¿existe un riesgo real de que ocurra al revés?
No, pero sí es cierto que ya hoy nos hemos vuelto dependientes de muchos aparatos, el primero de ellos nuestro móvil. Lo que sí considero preocupante es el riesgo que corre nuestra privacidad: yo no estoy en las redes sociales y no me gusta que los algoritmos de Google combinen mis criterios de búsqueda para saber más sobre mis preferencias. El problema de fondo es el modelo de negocio actual, que se basa en una publicidad personalizada que sólo va a más, y a peor.
¿Pudo imaginar en algún momento que Bluetooth llegaría a tener tanto éxito?
Tanto éxito era imposible de predecir, pero tampoco ha sido algo inesperado. Como decía antes, hasta 2006 no lo tuvimos claro y después, los avances han ido poco a poco porque verdaderamente ya desde hace diez años existía la tecnología para impulsar Internet de las Cosas. Ha sido un largo proceso, yo llevo en él más de 25 años.
Usted dijo que Bluetooth no podría haberse inventado en Holanda, ¿por qué?
Lo dije porque el holandés tiende a ser más cauto, más sensato, cuando se trata de invertir su dinero. El riesgo de que no saliera bien era alto, y eso es algo a lo que un inversor holandés, creo, no se habría atrevido. Podía perderlo todo. Y hablamos de mediados de los noventa, cuando el espíritu empresarial aquí era más conservador: hoy hay más iniciativas de start-ups que sí arriesgan, aunque sigo pensando que somos personas que nos lo pensamos mucho antes de gastar nuestro dinero. Yo soy así también, por eso no invertí en aquellas patentes.
¿Se arrepiente de no haberlo hecho? Hoy valen millones.
No, no me arrepiento. Para mí ha sido un largo proceso de muchos años. Hoy en día el mundo está lleno de millones de aparatos con Bluetooth y la verdad es que no pienso en el dinero que podría haber ganado con ello. Me siento orgulloso. Hace sólo tres años que tengo un coche con Bluetooth integrado, y me encantó ponerlo en marcha y escuchar la música del móvil. Quizás mi forma de pensar tenga que ver con la mentalidad del norte de Holanda, se dice que somos personas más sobrias, no sé, puede que el lugar en el que he crecido haya influido en mí. Lo que sé es que hacerme millonario no me habría hecho más feliz, al contrario, habría complicado más mi vida. En lugar de investigar y seguir creando cosas nuevas, que es lo que me gusta, habría tenido que pensar en el dinero, en invertirlo, gestionarlo. No habría disfrutado tanto de mi vida. Tengo lo que necesito y estoy satisfecho.