Si hay un aprendizaje que se puede destacar de la experiencia y el proceso de la migración, es aquel que se desprende del hecho de vivir en una cultura a priori desconocida y que se traduce en los aspectos prácticos de la vida cotidiana: un idioma, unos horarios, unas normas sociales, un paisaje, unos medios de transporte. Nuestro cerebro absorbe esta nueva información y la asimila. Como consecuencia nuestro cerebro cambia. Estar abiertos a la experiencia nos hace buscar ciertas situaciones y vivencias fuera de lo que para nosotros es territorio conocido. Pero ¿necesitamos estar abiertos y predispuestos a pasar por esa experiencia para poder aprovecharla plenamente? ¿En qué consiste este rasgo de personalidad y qué papel puede tener en nuestra vida como personas migrantes?
La apertura a la experiencia
«La apertura a la experiencia se ve en la amplitud, profundidad y permeabilidad de la consciencia y en la necesidad recurrente de ampliar y examinar la experiencia». Este concepto pertenece al contexto de la teoría de la personalidad desarrollada en gran parte por Paul Costa y R.R McRae, mediante la cual estos investigadores estadounidenses identificaron cinco grandes rasgos de la personalidad, a saber: neuroticismo, extraversión, apertura a la experiencia, amabilidad y responsabilidad. Teniendo en cuenta la simplificación que conlleva cualquier intento de sistematización de la personalidad, esta es una de las teorías más interesantes para observar que todos tenemos varias aristas en nuestra forma de ser, y que cada uno nos situamos en un punto del continuo de esos rasgos.
Las personas altamente abiertas a la experiencia son más propensas a experimentar cambios y a enfrentarse a los mismos con una actitud curiosa, aunque las dificultades estén también presentes. Además, son personas más propensas a experimentar riesgos que les sitúan fuera de su zona de confort. Sin embargo, ¿cuántos de nosotros nunca nos hubiéramos imaginado viviendo lejos de nuestras casas, en un ambiente distinto y desconocido? Para las personas migrantes, la apertura a la experiencia está necesariamente unida a la voluntad y la constancia que requiere emprender un proyecto de vida. No es tanto un rasgo dado, como un rasgo trabajado.
Una mirada que abre ventanas de experiencia
Como resume el psicólogo Andrés Carrillo, las personas abiertas a la experiencia se caracterizan entre otros aspectos por su originalidad, pues tienen la capacidad de ¨pensar fuera de la caja¨ (to think out of the box, como se conoce esta expresión originalmente en inglés) o poner en práctica lo que se conoce como pensamiento lateral, es decir, llegar a soluciones o conclusiones poco convencionales pero útiles, al fin y al cabo. También son personas más imaginativas y con mayor curiosidad para explorar nuevos terrenos. Además, tienden a ser personas más tolerantes, precisamente por tener un acercamiento flexible a las diferentes formas de vivir o de hacer las cosas.
La experiencia migratoria pone de manifiesto que la flexibilidad y apertura a la experiencia son rasgos importantes para el bienestar como personas migrantes. Sería incorrecto, sin embargo, pensar que si no se es abierto a la experiencia a priori uno fracasará en su intento por vivir mejor en el país al que elige migrar. Trabajando aspectos como la escucha, la curiosidad, la observación, la paciencia o la aceptación se puede desarrollar poco a poco esa apertura que, si no nos hará disfrutar de absolutamente todo lo que compone una cultura distinta, al menos nos facilitará explorarlo en primer lugar, acercarnos a lo desconocido y poner el pie muy despacio fuera de nuestra zona de confort. ¿No es eso, al fin y al cabo, lo que hacemos cada día las personas migrantes? Sólo desarrollando cierta forma de mirar a nuestro alrededor podemos comenzar a abrir las ventanas a la experiencia.