Los Países Bajos cuentan con una población de 17 millones de personas. Curiosamente, este mismo censo representa al total de los mamíferos de granja que se crían en el país: 16.694.047, entre cerdos, vacas, ovejas y cabras. Si bien en otros países europeos como España el ratio es similar, lo que sorprende de los Países Bajos es que se produce en una superficie terrestre mucho menor y más densamente poblada, de la cual ya se destina casi la mitad a la actividad agrícola y ganadera. Tras la polémica sobre las emisiones de dióxido de nitrógeno, la pandemia por Covid-19 ha puesto de manifiesto la relación tan estrecha que existe entre la salud animal y la humana. Y aunque este virus surgió en un mercado de animales vivos, nada que ver con la ganadería, el debate sobre la prevención de enfermedades ha ganado fuerza. Mientras, a pesar de que la población está cada vez más sensibilizada sobre el bienestar animal y la llamada dieta flexitariana gana terreno, el consumo total de carne ha aumentado respecto de años anteriores y las exportaciones de productos agrícolas, entre los cuales la carne y los productos lácteos suponen la gran parte, vuelven a registrar un año récord, manteniendo a los Países Bajos en el segundo puesto a nivel mundial detrás de Estados Unidos. En el punto de mira pero de gran importancia para la economía del país, ¿qué futuro le espera a la ganadería holandesa?  

En una de las tantas explotaciones ganaderas del interior del país, una media de entre 500 y 1.500 cerdos se crían durante alrededor de 6 meses, hasta que alcanzan unos 110 kilos y son trasladados al matadero. Allí pasan una hora aproximadamente hasta que son sacrificados, en cámaras dónde respiran dióxido de carbono o mediante descargas eléctricas. Posteriormente, en la planta de despiece, se clasifican los tipos de carne y se envasan para su comercialización. A lo largo de todo el proceso, expertos y veterinarios de la autoridad sanitaria holandesa, NVWA, controlan que se cumple la normativa europea de seguridad alimentaria y certifican la venta de los productos cárnicos en el mercado nacional. La cadena NOS ilustró en un vídeo (abajo) estas fases por las que pasa el animal desde que nace hasta que el filete llega al plato. Y es que el cerdo es la carne que más se consume en Holanda: cada ciudadano compra, de media, 36 kilos de esta carne al año, lo que, deshuesada, se queda en unos 50 gramos al día por persona, según la web oficial de información nutricional Voedingscentrum. Del cerdo se aprovecha todo, aunque los holandeses, al igual que la mayor parte de los europeos, prefieren las partes más exquisitas como el lomo, el solomillo o la chuleta. Las patas, el morro y las orejas suelen utilizarse para la elaboración de la carne picada y para su exportación a países como China, donde son muy apreciadas. La carne de cerdo es una de las exportaciones estrella de Holanda: casi tres cuartas partes de la que se produce se exporta, principalmente a países europeos como Alemania, Italia y Francia. Según el Instituto Nacional de Estadística (CBS), en 2019, las exportaciones a China de productos agrícolas aumentaron en un 22 por ciento, en gran parte gracias a la venta de carne de cerdo, ya que los últimos brotes de peste porcina en el continente asiático han llevado a importar más carne. «Para tener una ganadería más sostenible y al mismo tiempo mantener bajo el precio de la carne de cerdo en Holanda, necesitamos exportar el resto. Si no, no es rentable. Además, de esta manera se aprovecha absolutamente todo del cerdo» explica Linda Janssen, presidenta de la organización de ganaderos porcinos de Holanda (POV). No piensa lo mismo Martijn Lodewijkx, portavoz de Wakker Dier, la organización holandesa que defiende el bienestar animal en la industria de la alimentación, quien considera que esta producción a gran escala atenta contra las necesidades vitales de los animales mientras pone en peligro la salud de las personas: «la ganadería holandesa es casi 100 por 100 intensiva, con 500.000 animales sacrificados al día. Viven hacinados en los establos, lo que les provoca muchos problemas de salud y además favorece la incubación y propagación de enfermedades. Es jugar con fuego» afirma.

La cadena de televisión NOS emitió este vídeo informativo en 2018 sobre el ciclo vital de un cerdo en los Países Bajos, desde que nace hasta que su filete de carne llega al plato del consumidor. (en neerlandés)

El estado de salud de la ganadería holandesa

Por ganadería intensiva se entiende aquélla en la que «el ganado se encuentra generalmente estabulado y bajo condiciones creadas y controladas de forma artificial», según la Real Academia de la Lengua. En los Países Bajos, todas las fuentes coinciden en que esta es la ganadería por excelencia, si bien desde los años ochenta sus condiciones de higiene y el cuidado de los animales han mejorado considerablemente. Mantener a cientos de animales en establos supone tener que ejercer un control exhaustivo para la detección de enfermedades porque el riesgo de propagación es real y existe, como afirma Lodewijkx. Pero no siempre se consigue. En 2019, la peste porcina africana causó 8.315 brotes en Europa con una letalidad que puede llegar a ser del 100 por 100. Aunque se trata de una enfermedad que sólo afecta a los cerdos, no existe vacuna y las consecuencias son devastadoras para el sector. Más preocupantes son las llamadas zoonosis, o enfermedades de origen animal que pueden transmitirse a los humanos. Como ha pasado con el virus SARS-Cov2, los mamíferos vivos ejercen de puente entre otras especies y los humanos, una cadena a la que le beneficia la pérdida de biodiversidad. Según Wakker Dier, la producción masiva de soja en algunos países de Latinoamérica como Brasil – para, entre otras funciones, producir alimento animal – ha provocado una gran deforestación lo que, en consecuencia, supone una pérdida del hábitat natural para animales como el murciélago, portadores de varios tipos de coronavirus. Sin el bosque como barrera, entran más facilmente en contacto con el cerdo y otros animales de granja.

«Las bacterias y virus que ya conocemos y que pueden causar zoonosis en la ganadería en Holanda y Europa están controladas a través de la vigilancia de la salud de los animales y de la comunicación entre los estados miembros» recalca Annemarie Rebel, directora del Departamento de Salud y Bienestar Animal de la facultad de Investigación Ganadera de la universidad de Wageningen. Rebel admite que hay riesgo de zoonosis pero aclara que lo más habitual es que un virus o bacteria se adapte a un portador de una especie concreta. Así ocurre en la mayor parte de los casos, si bien en contadas ocasiones pueden saltar al ser humano. Esto pasó en 2007 en el sur de Holanda, cuando se registraron los primeros 73 casos de personas enfermas de fiebre Q, una infección causada por la bacteria Coxiella Burnetii y presente en el ganado, sobre todo el ovino y el caprino. El contagio se produce al inhalar partículas pequeñas de polvo que han estado en contacto con la orina, heces, placenta o leche seca de animales de granja infectados y que se propagan por el aire hasta largas distancias. En total, 191 personas enfermaron de lo que parecía una gripe leve, un 40 por ciento tuvieron fiebre y dolor de cabeza y algunas fueron hospitalizadas por infecciones pulmonares y de hígado. Entre 2007 y 2010 hasta 4.000 personas padecieron la enfermedad, según el RIVM, registrando los Países Bajos el peor brote de fiebre Q del mundo. Otra de las temidas epidemias es la que podría producirse a través de la Gripe A, que puede provenir tanto de las aves (gripe aviar) como de otros mamíferos como los cerdos (gripe porcina). Esta semana científicos chinos han alertado de una nueva cepa de gripe porcina susceptible de ser contagiada a humanos.

Una paciente que ha padecido Fiebre Q explica cómo ha sufrido la enfermedad, de la cual se contagió tras una visita escolar con su hijo a una granja con cabras. Vídeo del Instituto Nacional para la Salud y el Medio Ambiente (RIVM)

Más higiene y menos antibióticos

«Se puede decir que en cuanto al uso de antobióticos y del bienestar animal los ganaderos holandeses son un ejemplo a seguir para otros países europeos» afirma Annemarie Rebel. Ella es una de las que dirige el centro neerlandés One Health (NCOH), fundado para aúnar esfuerzos entre diferentes universidades en la investigación conjunta sobre la salud animal, la humana y la medioambiental, como una salud única y global. Esto significa, por ejemplo, que una dieta suficiente y variada, higiene y acceso a medicamentos y vacunas no debe ser algo exclusivo de los seres humanos, sino que tiene que considerarse como un modelo integral aplicable también a los animales. El mismo argumento se deprende de la resistencia a los antibióticos en los animales de granja. Al igual que con la población humana, los Países Bajos lleva más de una década muy concienciado con la reducción del uso de antibióticos como medicina preventiva contra infecciones bacterianas. Entre 2009 y 2019, el país ha reducido el uso de estos medicamentos en los animales en un 69,6 por ciento, sobre todo de aquellos antibióticos que se usan de forma generalizada entre los humanos. Esto ha provocado que la resistencia a los antibióticos haya disminuido ligeramente si bien sigue siendo alta, del 32,3 por ciento, en el ganado vacuno. Pero medicar menos tiene una contrapartida: los ganaderos deben extremar sus medidas de higiene y los veterinarios deben llevar un control todavía más preciso de la salud de los animales. Linda Janssen, de la POV explica que «al menos una vez al mes el veterinario hace una inspección obligatoria, cada día los establos se limpian a fondo y los ganaderos monitorizan los cambios en la salud de los cerdos». Por su parte Annemarie Rebel señala la seguridad alimentaria como medida esencial para prevenir enfermedades: «Antiguamente a los cerdos de una granja se les echaría los restos de comida que quedaban de la cena y eso ahora está totalmente prohibido porque, si comen algo contaminado, los virus y las bacterias se volverían a introducir en la cadena alimenticia. Para evitar las zoonosis es fundamental asegurarse de que los restos alimenticios que sirven para alimentar al ganado no estén infectados». Con un sector ganadero cada vez más protocolizado y tecnificado, la salud de los animales se podría decir que está garantizada, pero la gran pregunta permanece: ¿es sostenible a largo plazo?

En las últimas dos décadas, el número total de vacas y cerdos que se crían en los Países Bajos ha disminuido ligeramente, mientras que el de cabras ha aumentado, según el Centro Nacional de Estadística (CBS). Al mismo tiempo, el espacio disponible para la actividad agrícola no ha dejado de recortarse, algo que deja a las explotaciones ganaderas con muy pocas alternativas de crecimiento. La alimentación del ganado se ha convertido en un nuevo reto, ya que por cada kilo de producción de carne, se necesita alrededor de 5 kilos de alimento y proteína vegetal. Esto hace que gran parte del alimento que reciben tenga que ser importado, lo que tiene un mayor impacto medioambiental. Las granjas que deciden apostar por la ganadería ecológica se comprometen a utilizar al menos el 20 por ciento del alimento de origen propio o local y deben disponer de más espacio libre para los animales, por lo que no queda otra que reducir el número. Pero al darles libertad para que salgan fuera, las emisiones de gases como amoníaco aumentan: «la regulación actual choca entre sí, porque si pensamos en el bienestar animal, los cerdos necesitan paja y estiércol para retozar y desarrollar su comportamiento natural, pero entonces estamos infringiendo la normativa medioambiental de reducción de emisiones perjudiciales» se queja Linda Janssen, desde la POV.

La mayor parte de las granjas con ganadería intensiva son de tamaño medio y se encuentran en las regiones del interior, sobre todo en Limburgo, Brabante, Gelderland y Overijssel. Foto: Pixabay

 

Según los parámetros para asegurar el bienestar animal, los animales deben gozar de buena salud, al mismo tiempo que tienen que mantener un estado afectivo adecuado y un comportamiento acorde a su naturaleza. Para el ganado porcino, por ejemplo, esto significa que los lechones no sean destetados hasta pasado un mes, que cuenten con paja, cuerdas y otros objetos para interactuar y jugar y que reciban una alimentación adecuada, libre de hormonas, entre otras medidas. Según si la granja cuenta con certificado de bienestar animal o no, el animal dispondrá de menor o mayor espacio habitable y el transporte al matadero deberá limitarse a un determinado número de horas. Con todos estos condicionantes parece razonable la alternativa que propone Elsbeth Stassen, catedrática de Animal y Sociedad de la universidad de Wageningen, «menos animales, no menos granjeros. En Holanda la tierra y la mano de obra son demasiado costosas como para pensar en una ganadería basada en la producción intensiva. Como país innovador debemos enfocarnos en producir carne de manera respetuosa con el animal, exportando sólo a aquéllos países como Alemania que estén en esta misma línea». 

 

El futuro se dibuja circular

Volviendo al ciclo vital del cerdo con el que arranca el artículo, si las expectativas de algunos expertos se cumplen, en 2050, este tendría una vida más longeva y placentera. Formaría parte de un sistema de consumo circular por el cual se alimentaría de los residuos orgánicos de las ciudades, y su apreciada carne sólo llegaría al plato unas dos veces por semana, ya que las personas basaríamos nuestra dieta en dos tercios de proteína vegetal y un tercio animal. Además, «los que todavía comiesen carne estarían convencidos de que no es ético desperdiciar partes del animal, por lo que comerían todo, desde los sesos hasta la piel». Esta es la visión que ha elaborado otro gupo de científicos de la universidad de Wageningen. Liderados por la catedrática de Sistemas de Producción Animal, Imke de Boer, en su presentación asegura que para lograr una agricultura y ganadería regenerativa y no contaminante, Holanda debe dejar de competir por la medalla de plata en cuanto a exportaciones se refiere. «Somos un país tan pequeño, que ser el segundo exportador de productos agrícolas del mundo se ha producido a costa de nuestra naturaleza, de nuestro ecosistema. (…) Actualmente nuestro sistema de producción de alimentos está basado en criterios económicos; tenemos que tranformarlo para que se base en criterios naturales» explica.

Vídeo explicativo de la visión que tiene un grupo de investigadores de la universidad de Wageningen sobre el futuro del sistema de alimentación en los Países Bajos. 

Todavía quedan tres décadas para lograrlo, pero ya son muchos los pasos que se están dando en esta dirección. Las empresas que comercializan productos ecológicos han aumentado en algo más de un 50% en los últimos siete años y si bien el consumo de carne ha subido ligeramente, más de la mitad de los encuestados se considera flexitariano, es decir, come proteína animal en días alternos. Y es que cada vez son más las voces que abogan por una reducción en el consumo de carne. El Gobierno, a través de su página de información nutricial Voedingscentrum, aconseja reducir la ingesta de carne y sustituirla por un mayor consumo de legumbres, pescado, huevos y frutos secos. Desde la asociación de ganaderos porcinos, Linda Janssen no se muestra preocupada por esto: «me parece muy bien que la gente adapte su dieta a un patrón alimenticio saludable que implique comer menos carne. Porque venimos de una época en la que se tomaba mucha y a diario. Siempre que esté basado en criterios nutricionales, que se coma menos carne nos parece perfecto». Para Wakker Dier y otros organismos como Milieu Centraal otros criterios medioambientales y de salud animal intervienen casi con la misma fuerza que los nutricionales a la hora de abogar por un cambio en nuestra forma de alimentarnos. A todos ellos se suma ahora el de futuras zoonosis que puedan suponer un riesgo para la salud pública, una nueva pandemia. Si bien en este caso, científicos de Wageningen, el RIVM o la web de Voedingscentrum aseguran que la situación, al menos en los Países Bajos y la Unión Europea, está controlada.

Con 413 personas por kilómetro cuadrado, los Países Bajos es el segundo país más densamente poblado de la Unión Europea, sólo por detrás de Malta. Sorprende que a pesar de esta densidad, los habitantes de las áreas urbanas viven cada vez más desconectados de las zonas rurales, como si el país estuviera claramente dividido entre la población rural y la urbana. Para Martijn Lodewijkx de Wakker Dier, esto podría explicar por qué los holandeses se sienten concienciados por el bienestar animal aunque la mayoría consuma más carne que antes. «Nos hemos desvinculado del aspecto emocional que tiene la producción de alimento de origen animal. Vemos la carne como un producto más del supermercado. La gente no conoce realmente cómo funciona la ganadería intensiva porque esta no se quiere mostrar abiertamente. Si lo supieran, muchos comerían menos carne». Por el contrario, desde la POV invitan a todo el que lo desee a visitar una de las explotaciones ganaderas que están repartidas por el interior del país. Por su parte, Annemarie Rebel considera que la tecnología favorecería una mayor transparencia, lo que mejoraría las relaciones entre los granjeros y los habitantes que se quejan de los efectos nocivos de la actividad agrícola y ganadera. «Es fundamental mejorar el diálogo entre los granjeros y los que viven cerca de las granjas. Una mayor transparencia en este sentido, quizás a través de una web o dashboard, ayudaría a los vecinos a saber qué se está haciendo con el ganado en las granjas cercanas y a los que trabajan en ellas les serviría para monitorizar mejor su actividad y compartir datos, por ejemplo, en caso de que haya un brote de una enfermedad o cuando se produce un pico en las emisiones del estiércol. Un instrumento así que actúe como sensor de la actividad ganadera en una zona sería de gran ayuda para prevenir futuros problemas. En lugar de culparse unos a otros, este diálogo sería más productivo y beneficioso». Mientras, al teléfono, Linda Janssen me asegura que los holandeses son buenos ganaderos, responsables, y Martijn Lodewijkx que a los animales hay que protegerles más, porque no pueden ser un mero producto de consumo. En medio quedamos los consumidores, ciudadanos en un país levantado por granjeros, convertido hoy en gran competidor mundial de carne y decidido a seguir alimentando al mundo.