Este término, que sirve para determinar equivocadamente a las escuelas según el origen de sus alumnos, es una etiqueta racial que no es utilizada ni en los informes ni en las estadísticas estatales. Sin embargo, su uso parece estar incrustado en la sociedad neerlandesa, sobre todo en aquellas personas que viven en las ciudades más pobladas. 

Carmen Colistra es italiana, vive desde hace ocho años en los Países Bajos y es madre de una niña y un niño. Cuando su hijo, el mayor, ingresó al sistema escolar en la ciudad de Groningen, Carmen sopesó sus opciones: “En el barrio hay dos escuelas, una pública, muy buena, y una internacional. La internacional tiene más profesores por lo tanto las clases son de pocos estudiantes y se les puede hacer un mejor seguimiento a los niños. Fue fácil la elección, la diversidad de los padres es maravillosa: hay rusos, indios, chinos, polacos, suizos, españoles, tan solo una familia es neerlandesa. Podemos compartir nuestras experiencias y es agradable no solo para mis niños sino para nosotros como padres”.  ¿Has escuchado el término escuela blanca o negra?, le pregunto: “Jamás, al menos no aquí”. 

Sophie Bakker*, psicóloga de profesión, tiene cuatro meses de embarazo y es neerlandesa de padres neerlandeses. Desde hace un par de días en su casa, que queda a siete kilómetros de la de Carmen, se ha comenzado a hablar de escuelas, porque tarde o temprano ella y su esposo tendrán que tomar la decisión de qué guardería y qué colegio, eventualmente, será el mejor para su hijo. Cuando le pregunto si ha escuchado el término escuela blanca o negra dice: “Sé que se utiliza  más en  grandes ciudades como Ámsterdam o Utrecht. Se le llama escuela negra a las escuelas más diversas y con culturas diferentes, de padres con niveles educativos bajos; y escuela blanca a los colegios con hijos de padres blancos con niveles educativos más altos. El asunto es que también hay niños blancos en las escuelas negras, solo que son más pobres”. Sophie se encuentra en un dilema. Ella se graduó en una escuela con gran diversidad cultural y dice que eso le hizo bien, pero lo que ha escuchado y leído sobre estas escuelas le preocupa. “Por un lado quiero que mi hijo crezca en contacto con otras culturas que representan la realidad del mundo, y por otro no quiero que reciba una educación de baja calidad. Es difícil, pero probablemente escogeré la escuela con mejor educación y seguridad para mi hijo, aunque sería parte del problema”. ¿Y cómo sabes que estas escuelas tienen niveles educativos y de seguridad bajos?, le preguntó “Es lo que dicen y lo que he leído en varios artículos periodísticos”.

¿Por qué estas categorías?

“Este término fue utilizado originalmente por académicos, a comienzos de los 70, para referirse a varios colegios en Bijlmer (Ámsterdam) que por ese tiempo recibieron una ola migratoria de personas de Surinam y de ascendencia africana. Los académicos quisieron llamar la atención sobre la poca diversidad que había en estas escuelas con respecto a los estudiantes nativos. Sin embargo, no son términos oficiales, aunque es común que se utilicen para nombrar escuelas donde más del 50 o 60 por ciento de sus estudiantes proceden de una cultura no Occidental, incluso si son nacidos acá pero de padres inmigrantes. En contraposición está la escuela blanca, con más del 50 por ciento de estudiantes nativos neerlandeses o de países Occidentales”, me explica Hülya Kosar Altinyelken, profesora asistente del departamento de Desarrollo y Educación Infantil de la facultad de Ciencias Sociales y del Comportamiento de la universidad de Ámsterdam.

En esa misma década de los setenta el entonces ministro de educación Jos van Kemenade (PvdA), introdujo el llamado esquema educativo de ponderación, a través del cual los hijos de trabajadores de baja cualificación- entre ellos muchos hijos de padres inmigrantes- recibían un subsidio para costear la educación primaria. Estudios posteriores han confirmado lo que en los setenta ya se observó: que los hijos de padres migrantes con bajo nivel educativo terminaban la escuela con este bajo nivel. Desde esa época hasta hoy se han introducido cambios a este esquema de ponderación que han terminado por modificar la forma en cómo funcionan las escuelas neerlandesas. El más radical de ellos ocurrió en 2006, cuando la entonces ministra de educación Maria van der Hoeven (CDA) abolió el factor étnico en el esquema. Lo hizo porque, como explicó la periodista especializada en desigualdad educativa, Anja Vink, en un artículo para De Correspondent, “En 2006 varios investigadores especializados en educación vieron que los alumnos de origen neerlandés, hijos de padres neerlandeses con bajos niveles educativos, que también se beneficiaron económicamente con el esquema de ponderación, obtuvieron peores resultados que sus compañeros de clase, hijos de padres de origen migrante con bajos niveles educativos. Por lo tanto, llegaron a la conclusión de que el rendimiento académico no se relacionaba con la procedencia sino con el nivel educativo de los padres”.

Como explica la periodista Anja, estas medidas en su conjunto hicieron que desde 2006 a 2014 unos 168.000 estudiantes que antes recibían subsidios dejaran de recibirlos. Ya para 2009 los 147.000 estudiantes que sí recibían dinero fueron financiados a su vez por un nuevo esquema llamado “de impulso”, que definía la cantidad de subsidios que las escuelas recibían de acuerdo a su código postal. Cuanto más empobrecida era la región a la que pertenecía el colegio, más dinero recibía. Y esto no se tradujo en un aumento de gastos en la educación: “El ministerio registró una ganancia extraordinaria de 100 millones de euros por estos cambios”, asegura la periodista. La política de financiación a estudiantes en desventaja que rige en la actualidad fue modificada nuevamente en 2019 y tiene en cuenta los siguientes factores: el nivel de educación de ambos padres; el país de origen de la madre; el tiempo que lleva la madre en los Países Bajos; el promedio del nivel educativo de todas las madres de la escuela y si los padres han recibido ayuda del Estado para pagar sus deudas. La Agencia Central de Estadísticas (CBS) es quien decide cuánto dinero recibe una municipalidad según sus estudiantes en desventaja, y a su vez es la municipalidad  la que determina qué ofertas les hace a sus estudiantes desfavorecidos. Sin embargo, después de una investigación independiente solicitada por el ministerio de Educación, se llegó a la conclusión de que esta política no es eficiente y debe ser reformada. 

Año 1988: Diputados del Congreso visitan en Ámsterdam una escuela entonces denominada «negra». La imagen aparece bajo este término en el Archivo Nacional. © Nationaal Archief


La eliminación del factor étnico en las estadísticas públicas, a pesar de que aún se le pregunta a los alumnos el país de procedencia de sus padres, también hace que sea muy difícil obtener datos fiables sobre la segregación en la educación primaria. Entonces ¿por qué parecemos estar tan seguros de que los colegios con mayor diversidad, es decir, aquellos donde al menos el 60% de los estudiantes tiene antecedentes migratorios, son un tanto más peligrosos y de menor calidad que los colegios donde la diversidad es menor? ¿de dónde salen estas metáforas linguísticas de lo blanco como de alta calidad y seguro y lo negro de baja calidad e inseguro? 

Hülya piensa que “los grupos étnicos a los que se hace referencia como negros, como los turcos-holandeses, marroquíes, sirios, iraníes, egipcios, surinameses y holandeses de origen caribeño, no comparten un origen histórico, religioso, cultural o étnico común y, en gran medida, no se identifican como negros. Es una etiqueta que no siempre es elegida por los grupos en cuestión. Lo mismo ocurre con la etiqueta blanco. Además, estas etiquetas sólo caracterizan a los estudiantes en función de la raza y la etnia, cuando en realidad las identidades de los estudiantes son mucho más complejas y múltiples. Es un error reducir esa complejidad a los términos binarios blanco y negro”.

Segregación en el sistema educativo neerlandés 

Simone van den Eijnden es profesora de Neerlandés en el Ichthus Lyceum, ubicado en el pueblo Driehuis, al norte de Haarlem. De manera concisa me explica cómo funciona el sistema educativo de básica primaria: “Hasta el grupo ocho todos los estudiantes están en la misma clase, así tengan capacidades cognitivas distintas. Pero al finalizar este curso reciben consejería de sus maestros para la educación secundaria. Los posibles niveles son: VMBO, educación media de conocimientos aplicados, a donde son guiados el 65% de los niños; HAVO, educación continua general y avanzada, que da acceso a escuelas superiores técnicas; y, por último, VWO, una preparatoria académica que da acceso a la universidad ”. La escuela para la que trabaja Simone imparte estos dos últimos niveles (HAVO y VWO) , que son vistos bajo la lente holandesa como los más difíciles y complejos de cursar. Cuando le pregunto qué tan diversas son sus clases responde que “en realidad mi escuela es de estudiantes blancos y altamente educados, como sus padres blancos y altamente educados. En el vecindario del colegio tampoco hay diversidad. Si hay algo que no me gusta de mi lugar de trabajo es eso, que no representa a la sociedad en la que vivo. Hay un porcentaje muy pequeño de estudiantes de otros orígenes y procedencias: algunos de ellos son la tercera generación de migrantes y otros son adoptados”. La dra. Hülya lo confirma: “la desventaja no está en tu color de piel, ni en tu país de origen sino en el nivel socioeconómico de tus padres, y nuestro gran error consiste en racializar ese nivel socioeconómico”.

En febrero de 2017 la encuesta educativa titulada  “Integración en la escuela: opiniones, observaciones e ideas desde la educación propia”, liderada por el Servicio de Gestión de la Educación (DUO) confirmó que el 39% de los directores y profesores de escuelas de primaria reconocía la creciente segregación del sistema educativo. Algunos de los problemas que evidenció el informe son los siguientes: por un lado que “los alumnos con padres de origen inmigrante no Occidental van siempre juntos y apenas interactúan con los niños nativos”, y por otro que “los padres de origen inmigrante a menudo tienen normas y valores diferentes a los padres nativos, se involucran menos en la escuela, tienen menor respeto por las mujeres y son poco estrictos al corregir  comportamientos indeseables en sus niños”.

En abril de 2021 la investigación titulada “El estado de la educación en Países Bajos”, liderada por la Inspección de Educación, perteneciente al ministerio de Educación, Cultura y Ciencia, reconoció que “todavía no está claro la magnitud de las consecuencias de la pandemia en la educación y el desarrollo cognitivo y socioemocional de los estudiantes”. Sin embargo, lo que sí deja claro el informe es que “debido al cierre de la escuela causado por la pandemia, los maestros parecen haber decidido con más frecuencia dejar a las niñas perder el año 0,02 puntos porcentuales más que a los niños durante 2020” y “debido a la cancelación de la prueba CITO por la pandemia (el examen final del grado ocho, que afina la recomendación que da el profesor respecto al nivel académico que el estudiante debe seguir en secundaria) las niñas han recibido recomendaciones más bajas que los niños”. La investigación también asegura que “los alumnos de origen inmigrante y los hijos de padres con menor formación educativa e ingresos también han tenido menores posibilidades de recibir una recomendación escolar más alta debido a la eliminación de esta prueba”. Es decir, sus profesores los evalúan de manera más estricta y terminan por guiarlos hacia niveles educativos secundarios más bajos ante la ausencia del CITO.

“En realidad los Países Bajos tiene uno de los niveles de segregación más altos de Europa, lo que significa que el 70% de todos los niños de origen inmigrante estudia en escuelas donde otros niños de origen inmigrante son mayoría. Esto ocurre porque tenemos libre elección de escuela por parte de los padres. Sin embargo, si miras en las ciudades más grandes, el número de inmigrantes está aumentando. En Ámsterdam son mayoría, así que es imposible tener escuelas mixtas. También estamos viendo cómo la segregación en función del nivel de ingresos de los padres va en aumento, promovido por la gentrificación: quitan la vivienda social para desarrollo inmobiliario, quienes pueden comprar allí son personas con mayores ingresos y son sus hijos quienes van a estos colegios”, complementa Hülya Kosar Altinyelken.

 

Preguntas y respuestas de un modelo de examen de final de primaria, comúnmente llamado CITO. Esta prueba estatal lleva instaurada en Holanda desde 1970. Foto: Wikipedia


El camino hacia la diversidad

Grada Okken es una investigadora apasionada por los aspectos internacionales e interculturales de la educación, y es profesora de Estudios Educativos de la universidad de Ciencias Aplicadas de Stenden. A través de una videollamada me explica la definición de educación intercultural que ella ha ido afinando en sus investigaciones: “Antes pensábamos que se trataba de hacer festivales e incorporar días festivos de otras culturas de acuerdo a las nacionalidades que había en las escuelas, pero cada vez más los profesores se refieren a la educación intercultural como un grupo de competencias globales que les permiten conectar con los distintos trasfondos culturales de sus estudiantes, no necesariamente relacionados con la nacionalidad. Porque se puede tener una cultura distinta dentro de una más general, causada por una situación familiar específica o incluso por el perfil del colegio. También se trata de que el colegio asegure que esta  diversidad está presente en los recursos con los que enseña a sus estudiantes”.

Sin embargo, Grada reconoce que el concepto de educación intercultural en Países Bajos tiene vacíos: “Muchos maestros no han sido instruidos en ella. Los programas de educación para profesores se enfocan en un solo tipo de estudiante, ignorando la diversidad del país. Todo muy tradicional y homogéneo. Además,  la diversidad no está ligada solamente a tu color de piel o a tu país de origen, sino también al género y a la religión, entre otros. Tener una visión limitada de qué tipo de estudiantes tienes en tu aula definitivamente impacta las calificaciones que les das y sus caminos profesionales y académicos”. No solo eso, la académica también explica que en los programas de educación nacionales para profesores la mayoría de los estudiantes, que más tarde se convertirán en maestras, son mujeres blancas. ¿Qué podemos hacer para corregir esto?, le pregunto: “Desde una perspectiva parental, reflexionar sobre la identidad y los estereotipos implícitos y explícitos que  tenemos de los otros  y que podemos estar proyectando en nuestros hijos a través de lo que decimos o hacemos. Para las y los educadores, hay métodos de enseñanza que pueden aplicarse al proceso. Sin embargo, es bueno empezar por los fundamentos: mostrar respeto por las diferencias de los demás; facilitar el debate y los encuentros entre alumnos y padres distintos; y, por último, prestar atención al currículo, ¿hay diversidad en los autores y contenidos de los libros con los que se trabaja?”. Hülya Kosar Altinyelken también recomienda deconstruir nuestra forma de ver el mundo desde el lenguaje: “Cuando escuchemos que alguien utilice estos términos raciales para referirse a las escuelas podemos mencionarle que hay otras formas de nombrar la realidad, una buena opción sería llamarlas escuelas mixtas o diversas. También es importante preguntarles a los niños cómo se sienten cuando nos referimos a ellos en términos racializados, ¿los hacen sentir bien e incluidos?”. 

*A petición de la entrevistada, quien prefiere no ser identificada, el nombre Sophie Bakker es ficticio